Macedonio

Macedonio Fernández es famoso por su misterio y su excentricidad. Es irónico, esquivo y aunque es escritor, se niega a publicar.

Y cuando un colega le insiste para que lo haga, se abren las puertas del humor y del ingenio, hasta que una encantadora casera abrirá también las puertas del amor.

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Resulta misteriosa la idea de un escritor que declare no asignar valor a la palabra escrita, y que se incline por las perplejidades sin aparente derrotero estético. Alguien así será tildado de excéntrico, si no de ridículo. Tal es el caso singular de Macedonio Fernández, acaso genio y embustero en medidas similares. Una figura extemporánea, cuya voz anticipa debates sobre la naturaleza del lenguaje, del conocimiento, de la representación, aunque sus textos lejos estén de presumir con todo eso.

Por eso Macedonio Fernández promueve una desconcertante fascinación.

Lejos de toda intención biográfica, la obra recrea el aroma inaudito de ese posible Macedonio oral, del que nos habla Borges, que nunca escucharemos, pero que el hipnotismo de la escena puede concebir. La búsqueda de esa oralidad nos ha llevado a la pieza de una pensión, que a la vez puede ser un simple baúl o el mundo entero.

Macedonio desbarata las fronteras entre la vanguardia y lo trasnochado. Sus textos son difusos, burlones tanto para con los asuntos tratados, como para con el mismo lector. Un sujeto escénico magistral.

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En un espacio despojado, un manchón de luz abriga un inmenso baúl, de aquellos diseñados para la travesía marítima… Un anciano silente y desaliñado, que viste un sobretodo raído, sobadas pantuflas y hasta papeles de diario como abrigo, habita el objeto y sus inmediaciones… El baúl será mesa, asiento, ropero, biblioteca, cama, tribuna para el soliloquio, escondite, bañadera de Marat y, también, baúl…

El viejo aporrea la guitarra, pelea con la forma, intrinca el cordaje, cultiva la cifra, escribe enfebrecido, descarta despreciativo, insiste maniático, se ahoga, olvida…

Y Ella que, después de convertirse en recuerdo, permanece. Es de creer que nunca partirá…

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