La distancia. un absurdo en la otredad

Tobi y queco son dos trapitos que salen a la calle a ganarse la vida. En pleno auge de aislamiento, sin transportes públicos ni vehículos que transiten los semáforos, encuentran la oportunidad en la cola de un banco en Versalles, que abrió por circunstancias especiales. Cambian la limpieza de parabrisas por la de los plásticos de máscaras faciales protectoras, barbijos, cascos, pilotos, antiparras, garitas de nylon... atuendos de lo más irrisorios que visten los ancianos que aguardan en la cola el ingreso al banco para hacer un trámite atípico, aún con la enorme necesidad de protegerse del afuera.

?Bondi?, Moto?, Aquaman?, Chernobyl?, una vieja facha, un viejo y el covani de la puerta se convierten en la excusa perfecta de Queco y Tobi para la mofa y para el descanso. Cuando más difícil la cosa más la fiesta se transforma en la razón para enfrentar las palizas del cotidiano.

Pero ¿Cuál será el resultado de ponerle el pecho a la calle cuando todo pide la quietud y el resguardo? ¿Y si es el miedo el arma que mide y aumenta la distancia? ¿Cómo aislar la necesidad en un mundo sin equidad social? ¿Y cómo se manifiesta en el afuera, un adentro que no haya reflejo en le otre? Es decir: ¿Qué narra la proximidad entre los cuerpos?

La distancia es un viaje absurdo y desfachatado, de aire pseudoclownesco y de risotada excitante. Un viaje que tiene como tal la aventura, la incertidumbre, el accidente. Es una hipótesis salvaje sobre las relaciones humanas. Plagada de un humor avasallante que intenta distender y encantar al modo más naíf posible para luego dar la bofetada, mostrar la sombra: aquello oculto en la psiquis que explota en la diferencia.

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