Convicciones

Nos decía discepolin: "Siempre hay un «antes»... Un «antes» que justifica todo lo que puede venir después. Somos jóvenes antes de ser viejos, para justificar el reuma. Nos enamoramos antes de casarnos, cuando lo lógico sería que nos enamorásemos después... Hay, entre el antes y el después, una relación de fuego y ceniza, de tajo y sangre, de grito y llanto. No se conciben separados". Un antes y un después, nos ladraba y se convencía de aquello, con la misma convicción con la que se entrego en su micro radial ¿A mí me la vas a contar?
Se apasiono, se remango la camisa y discutió con kilos de palabras, con toneladas de palabras.
Soporto las críticas, los golpes, las mordidas, el vacio y la soledad lo más que pudo.
Fue la radio: su cruz. Sus amistades, colegas e ideología: sus clavos.
¿A mí me la vas a contar?, fue un antes y un después en la vida de Enrique Santos Discépolo.
Discepolin, como lo llamaban los amigos, defendió con ganas su convicción, no solo con palabras sino también con el cuerpo y con el alma. Y con esas mismas ganas, una noche de diciembre se dejo morir.

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