“La niña de los milagros” es una creación colectiva de la compañía teatral Claraboya. La propuesta fue indagar en el universo ficcional que propone el escritor italiano Alessandro Baricco en el libro “Océano Mar”. Luego de varias interpretaciones y lecturas, tomamos aquellos personajes que resonaron en cada uno de los actores, por eso, en este proceso hubo personajes que se descartaron y otros que se vieron duplicados. El paso siguiente fue contextualizar el argumento en un marco más cercano a nosotros, con aquellas inquietudes que nos atraviesan.
Nuestra búsqueda nos llevó a un pueblo del interior de Buenos Aires, nos llevó a las procesiones y mitos populares que nos circundan. La Virgen de San Nicolás, El Gauchito Gil, La Difunta Correa, no importa el credo o religión, importa la fe, la convicción y la sugestión que ésta produce. De modo que nos situamos en un pueblo indeterminado de la provincia de Buenos Aires, que cobra vida una vez al año, en la festividad de La niña de los Milagros. En esa fecha, los fieles de todas partes asisten al pueblo a pedirle milagros, a ella, una niña, que dicen, se perdió en el monte y se le apareció una luz que le concedió el don de conceder milagros.
La puesta propone desde lo escenográfico, la iluminación y la actuación, una estética vinculada al realismo mágico, donde se muestra lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Desde lo escenográfico se plantea la galería de la “Posada de Inés”. Hospedaje en donde confluyen todos los personajes, en la víspera de la festividad por la aparición de la niña de los milagros. La galería de la posada es el espacio donde los personajes tienen encuentros casuales. Por allí llegan, se van, se encuentran o comparten momentos, luego cada uno va a su habitación o sigue su camino. El adentro y el afuera se presentan en la obra como dos territorios, que también podrían ser: lo público y lo privado, lo ficcional y lo real o lo celestial y lo terrenal. La puesta plantea una iluminación que acompaña los momentos desde lo cotidiano, y va extrañándose a medida que lo extracotidiano va tomando la escena. Desde lo textual se juega un metalenguaje que cuestiona tanto aspectos de nuestra realidad actual como del lenguaje teatral.