(De estructura aristotélica, la historia transcurre en un conventillo ”agiornado” a esta realidad devenida en “colage” de estilos, usos y costumbres, gracias a las consecuencias perversas de la “iluminada” globalización. Es un disimulado conventillo en un amplio patio trasero de una vieja, pero mantenida vivienda de los años ´50, la cual intenta estoicamente lucir una imagen de maltrecha clase media, ya de difícil de sostener.
En ella, vive CHABELA, la dueña de casa, de unos cincuenta y tantos años. Señora que ha sido muy bien casada en su momento, cumpliendo con las conservadoras reglas del matrimonio y la religión, lo que a ojos vista, no le ha garantizado la felicidad. Por circunstancias de la vida, está sola, no trabaja - no ha sido su necesidad en otros tiempos-, y lucha por mantener su statu-quo en esta sociedad, cada vez más complejo desde lo económico y humano. Por ello, ha encontrado el modo de garantizar sus ingresos, instalando precarias habitaciones en el amplísimo terreno detrás de su casa, otrora parque con importante sombra, flores, espacios de reposo, etc. Ahora las atiborradas habitaciones, muestran en primera instancia paredes de ladrillos; avanzando el angosto pasillo ya se divisan delgadas maderas laterales hasta llegar al fondo y allí, encontrar la misma imagen que lamentablemente resuelve la necesidad de vivienda en las llamadas “tomas”- Personas que ante la indigencia se adueñan de terrenos baldíos abandonados o tierras fiscales, dividiendo en parcelas equitativas según su núcleo familiar; levantan tolderías de naylon y madera para parapetarse de las inclemencias del tiempo; viviendo en condiciones paupérrimas, hasta negociar una mejora en la situación general-. En una de esas últimas, viven VANESA Y JUAN, con la salvedad que en este caso cuentan con agua, que reciben de una manguera que viene desde la casa principal, por los techos de las habitaciones. En este caso las paredes serán de naylon negro y tranparente en algunos sectores).