"El progreso al que alude el título de la obra de Soler es del humanismo, en su sentido más positivo y profundo. Pero también alude al progreso de toda aquella invención humana que ha terminado por dársele la vuelta e ido en su contra. Es decir, contra el progreso que hace a los hombres menos humanos, menos solidarios, menos tolerantes; ese "progreso" que impide el progreso del humanismo", manifestó el director de la obra. "Lo anterior no es un juego de palabras, pues se trata de esa condición paradojal que entraña toda creación humana; por ejemplo, las religiones, que se inventaron para dotar de un sentido moral y espiritual a las personas, y que han terminado por convertirlos en fieras irracionales y supersticiosas; también las ideologías, la educación, el arte, la tecnología."
Martín expresó que "estas miniaturas de Soler están cargadas de ironía y de horror, de fantasía y poesía, de imágenes enigmáticas y contundentes, pero también, y sobre todo, de esa realidad llena de monstruos engendrados por la buena voluntad, esos que se expresan en la cotidianidad de una conversación matinal en una oficina, en una acera, en una esquina, o en el aula de un parvulario de cualquier ciudad".
- TEATRO NACIONAL (2012)