Gianni Schicchi

Buoso Donati ha muerto en su cama. Su familia le llora melodramáticamente, hasta que se enteran del rumor de que Donati habría dejado todo su dinero al monasterio local en su testamento. Empiezan a buscar frenéticamente el testamento. Rinuccio, su sobrino, lo encuentra, pero se niega a dárselo a su tía Zita hasta que su tía acepte una condición: si el testamento es favorable a la familia, ella debe permitirle casarse con la hija de Schicchi, Lauretta. Después de aceptar, la tía toma el testamento, y manda a buscar a Schicchi. Pero cuando el testamento confirma el rumor, todos se ponen furiosos y se niegan a permitir que Rinuccio se case.

¿Qué se puede hacer? Schicchi y Lauretta llegan entonces, y son recibidos fríamente. Rinuccio insiste en que Schicchi puede resolver el problema, y le dejan de mala gana que lo intente. Schicchi envía a su hija lejos. Después de oír que nadie mas sabe de la muerte de Donati, le dice al doctor, cuando llega, que Donati se encuentra mejor y que sus servicios no son necesarios. Rinuccio corre a buscar al notario. Schicchi reemplazará a Donati y dictará un nuevo testamento. Los familiares se ponen de acuerdo sobre la repartición de las propiedades de Donati, excepto en cuanto a la mula, los molinos y la casa (los mejores bienes del finado). Los familiares acuerdan dejar a Schicchi que decida quién heredará esos bienes, pero todos vuelven para tratar de sobornarle, cada uno en su favor. Schicchi les recuerda en una hermosa aria el castigo por suplantación. El notario llega entonces y Schicchi se otorga en el testamento la mula, los molinos y la casa a sí mismo, ante la furia de los familiares, que nada pueden hacer por temor al castigo nombrado por Schicchi. Cuando el notario se va, Schicchi despide a todos y los familiares sin nada que hacer deben retirarse de la nueva casa de Schicchi. En cuanto a Lauretta, como ahora tiene una dote, no hay obstáculo para su matrimonio con Rinuccio. Schicchi al final pide la indulgencia del público en forma de aplauso.