Esposa y madre aún joven, Luisa ha ido perdiendo los derechos de la vida. No es su enfermedad lo que la condena, sino la conmiseración de su marido y su hermana que han ido aconstumbrándose prematuramente a una muerte que todavía no llega.
Sobre la adaptación:
En el caso de Los derechos de la salud (1907), lo que se pone en juego es una superposición de ficciones: por un lado, una historia familiar cruzada por las connotaciones de una enfermedad paradigmática de comienzos de siglo: la tuberculosis. Pero en otro plano, lo que se desarrolla es la serie de estrategias que adoptan los habitantes de la casa para convencer a la enferma de que lo suyo no es grave. Sumado a esto, se nos ofrece la imagen autocondenatoria y exagerada que la enferma insinúa de sí misma, con deseo y temor, para saber la verdad. En ambos casos, las relaciones entre los personajes se configuran a través de sentidos figurados, nunca literales. Son los personajes, no simplemente los actores, los que tienen que actuar, ponerse en un papel, fingir y ocultar para poder vivir entre riesgos de contagio y profilaxis. Hay de por medio un distanciamiento, una manera artificial de hablar de lo que pasa. (Esa artificiosidad es siempre social y tiene marcas reconocibles que se alimentan de modelos reconocibles en otras ficciones: así surge el melodrama.) Como resultado, se establece una espera dilatada, una indefinición. Acaso lo decisivo ya haya ocurrido mucho antes.
Nuestra adaptación toma partido por aquellas zonas de la obra que propician las posibilidades de actuación. En este sentido, no hemos modificado el habla de los personajes, ya que es precisamente este soporte (las opciones y modos discursivos de época) una de las modalidades expresivas que favorecen esa distancia formal de la que hablábamos, y construyen un territorio de goce estético particular. Como en trabajos anteriores (Todos los secretos), nuestra dirección apunta a crear una poética de la actuación. El sentido y la fuerza de la escritura teatral se hacen manifiestos mediante las relaciones que se cruzan, se multiplican y se influyen a través de los cuerpos en escena. En esta oportunidad, acentuamos este cruce al reducir el esquema de personajes a los cuatro principales. El argumento, por otra parte, es el mismo. Los cambios obedecen a la selección de escenas imprescindibles para hacer correr el hilo narrativo que lleva al mismo final.