Presentamos el quinto estudio de públicos de artes escénicas realizado en conjunto por Fundación Alternativa y Enfoque Consumos Culturales: Públicos esporádicos y no públicos de teatro. Una aproximación a las barreras de acceso, uso y apropiación.
En este nuevo trabajo, nos enfocamos en indagar y analizar las barreras materiales y simbólicas de acceso, uso y apropiación del teatro entre personas con baja o nula participación como espectadoras. Todo ello bajo la convicción de que nadie nace siendo público: los públicos se construyen en diálogo con un entramado de personas e instituciones que nos permiten conocer y adoptar (o no) la experiencia.
Entre los propósitos principales de esta investigación se encuentran, por un lado, la construcción de conocimiento sobre esta problemática y la generación de nuevos interrogantes para futuros estudios. Por otro lado, esperamos que este trabajo también conduzca a identificar oportunidades para la creación de nuevos públicos, tanto desde la gestión cultural de las salas, con el fin de ampliar y/o diversificar la participación, como desde las políticas públicas, en clave de derechos culturales.
Los objetivos de las primeras investigaciones que realizamos se centraron en profundizar los conocimientos sobre los hábitos de los públicos de artes escénicas. Esos estudios apuntaron también a construir y compartir información útil para la gestión de públicos, sobre todo en relación a aquellos grupos de personas que ya estaban concurriendo. No obstante, la pregunta por los que no participaban estaba latente de alguna manera y tomó más fuerza en la última investigación, donde focalizamos en los públicos de la pospandemia y encontramos que había un 20% de nuevos asistentes. Eso nos llevó a pensar con más insistencia en los públicos potenciales de las artes escénicas y a diseñar este estudio para realizar un primer acercamiento al análisis de las barreras de acceso, uso y apropiación del teatro.
Los relatos de las personas consultadas dan cuenta de que coexisten, de manera contradictoria, representaciones diversas sobre el teatro. La asistencia al teatro es percibida como una salida costosa económicamente a espacios magnificentes que imponen ciertos códigos de comportamiento “legítimo”. Al mismo tiempo, la referencia a los contenidos se limita, casi exclusivamente, a la oferta mainstream de comedia, stand up y obras para infancias y adolescencias de la Avenida Corrientes.
La barrera económica emerge en los relatos como una de las más explícitas, transversales y conscientes. No obstante, el análisis permitió desentrañar algunas de las barreras simbólicas que se combinan con las materiales y que, muchas veces, operan de un modo más inconsciente. La percepción de que el teatro es una actividad de alto costo económico emerge con mayor énfasis entre los no públicos y aquellos de niveles socioeconómicos más bajos. Aunque algunos participantes esporádicos mencionan que pueden asistir ocasionalmente aprovechando descuentos o promociones, en general, esto refuerza la percepción de inaccesibilidad. Los no públicos de teatro, por su parte, expresan una mayor sensibilidad a esta barrera, señalando que, incluso cuando tienen algún interés puntual, no pueden asistir debido a los costos.
El conocimiento de la diversidad de cartelera y tipos de salas de la Ciudad de Buenos Aires es limitado, lo cual también deviene en una barrera de participación. La imagen del teatro está asociada a grandes salas comerciales, como las de la Avenida Corrientes, o a teatros monumentales como el Colón o el San Martín. Estas representaciones, vinculadas a la magnificencia, la elegancia y el entretenimiento mainstream, y a una percepción del teatro como un espacio tradicional y sagrado, donde predominan las grandes producciones y la presencia de actores famosos, limitan la participación en el circuito teatral independiente y en salas barriales. Esto significa que la enorme y diversa oferta teatral de Buenos Aires no es percibida como tal, lo cual tal vez requiera de una política específica de visibilización. Como muchas de las personas consultadas asocian el teatro a los bienes de “cultura legítima" o "alta cultura", entienden que asistir requiere una preparación especial. Algunos de los públicos esporádicos describen al teatro como una actividad más "formal" que otras formas de consumo cultural, como el cine. Consideran que supone la necesidad de vestirse adecuadamente y de seguir ciertos códigos de comportamiento, lo que añade una especie de presión social que dificulta la participación. Esto acentúa la idea de que el teatro es una actividad que requiere más esfuerzo y coordinación, tanto material como emocional, lo cual no siempre es compatible con sus deseos de distensión y desconexión en su tiempo libre.
Adicionalmente, entre una parte de los jóvenes no públicos aparece un distanciamiento simbólico ligado a la brecha generacional: el teatro es visto como una práctica de personas mayores o como algo "anticuado", por lo que no forma parte de sus intereses ni de los de sus grupos de pertenencia de su rango etario. Justamente, las redes de sociabilidad juegan un papel crucial en el acercamiento o distanciamiento con la experiencia teatral. Las personas consultadas en este estudio no cuentan, dentro de sus círculos afectivos o vinculares, con contactos relacionados profesional o vocacionalmente con el campo del teatro o que asistan con frecuencia y, por tanto, promuevan activamente su participación. Además, muchos/as señalan que, si bien les gustaría asistir, no tienen con quién compartir la experiencia, lo que desmotiva su concurrencia. Incluso en los casos en que sí tienen conocidos que asisten al teatro, esto no siempre resulta en una invitación o en un incentivo suficiente para involucrarse activamente. Entre los no públicos especialmente, la falta de un entorno social que valore o recomiende el teatro refuerza su desinterés.
Entre las pocas experiencias negativas recientes que algunas personas mencionan, que pueden ser interpretadas como barreras de uso, están la incomodidad de haber seleccionado una mala ubicación en una sala, el retraso del inicio de las obras en el horario anunciado, la imposibilidad de comer en el interior del teatro, la falta de entendimiento de la obra o una relación insatisfactoria entre costo y beneficio por el disgusto con la propuesta elegida.
También aparece entre las barreras de acceso y uso la disponibilidad de información sobre la oferta teatral. Para las personas consultadas, el teatro no tiene una presencia tan visible como el cine y otras actividades culturales cuyas carteleras consideran de acceso más sencillo (gracias a clubes de fidelización, promociones por correo electrónico, o la presencia de reseñas y trailers en redes sociales). Especialmente entre los no públicos, pero también en parte de los asistentes esporádicos, se evidencia la dificultad para encontrar y conocer la oferta teatral disponible. Asimismo, como el teatro no es una práctica central para estos grupos, la oferta no aparece frecuentemente mostrada por los algoritmos de sus redes sociales digitales, que fueron mencionadas como las fuentes principales de información para definir sus salidas y asistencia a actividades culturales. Hay quienes se enteran de propuestas teatrales por publicidad en la vía pública o por mails con promociones de los bancos. En este sentido, el acceso a la información sobre la cartelera teatral es relativamente pasivo: no tienden a buscarla, sino que eligen entre lo poco que les llega. Esta falta de información refuerza el ciclo de desinterés y desapego.
A partir de este primer acercamiento a las barreras de acceso, uso y apropiación, nos preguntamos entonces por los públicos potenciales de teatro entre los perfiles de los segmentos estudiados. Y si nos enfocamos en las posibilidades de acceso al circuito independiente, ¿es más probable que aumenten y diversifiquen su participación los públicos esporádicos, cuyas experiencias y valoración se centran en el circuito comercial? ¿O es más factible que se acerquen a las propuestas de teatro independiente quienes tienen casi nula experiencia y tienen todo por descubrir?
Las estrategias de ampliación y diversificación de públicos no son un reto sólo para las políticas públicas, sino también para las instituciones culturales y, específicamente, para las salas teatrales. Los datos de este estudio dan cuenta de que, para muchas personas, descubrir el teatro independiente puede ser una oportunidad: desde los públicos que buscan entradas más accesibles o sienten estrés por la complejidad de la organización de una salida teatral al centro de la ciudad, pasando por los que quieren divertirse, relajarse, compartir algo diferente con alguien que quieren o estar cerca de actores y actrices, hasta los públicos que se inclinan por una búsqueda estética o intelectual. Las formas posibles de intervención son variadas, desde planes de marketing que integren una estrategia de comunicación con impacto en las redes sociales digitales, combinada con otras estrategias más tradicionales de acercamiento a los públicos de las zonas en las que están las salas. También la creación de clubes de espectadores tiene potencial para aquellas personas que no encuentran con quien compartir la experiencia y no se animan a ir solas. En síntesis, se trata de una compleja planificación de acciones de gestión de públicos que incluyan diversas estrategias de programación, educación, mediación, marketing y comunicación cultural.
Esperamos que la recuperación de la palabra de los públicos que asisten esporádicamente y casi exclusivamente a la oferta del circuito comercial y de las personas que hoy no participan de la experiencia teatral, así como el análisis de sus barreras materiales y simbólicas de acceso y uso, funcionen como punto de partida que inspire a trabajadores/as culturales a la hora de iniciar el camino de la gestión de públicos o de profundizar y optimizar estrategias que ya estén implementando.
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