Hace treinta y cuatro años que Mónica Cabrera se dedica al teatro, y desde el' 96 trabaja sola. Sí: dramaturga, directora y actriz. Las lágrimas negras de Santita Monjardín, El club de las Bataclanas, Arrabalera, mujeres que trabajan, El sistema de la víctima, Dolly Guzmán no está muerta, son sus espectáculos de los últimos años. También participó en 3340, (con humos de cabaret), el varieté que durante tres años llenó el hall del teatro Anfitrión los miércoles por la noche. Hace un programa de radio, El bataclán, en AM 530, La Voz de las Madres. A punto de estrenar Limosna de amores en el Centro Cultural de la Cooperación, Cabrera despliega en esta entrevista deseos y dolores, dificultades y sueños. "Hablo con vos y se me van aclarando las cosas, porque yo en general no charlo conmigo", declara en un alto de la entrevista, y brinda, de esta manera, una de sus insólitas reflexiones.
La verdad, lo rigurosamente cierto, es que esta nota no habla sólo del estreno, sino que la inminencia de éste es una excusa para charlar largo y tendido con Mónica sobre su modo de entender el teatro.

Llego al ensayo una tarde en la que está por largarse a llover, y a los pocos minutos empiezo a reír. La entrevista no comenzó aún, pero las ocurrencias de Mónica Cabrera ya me despiertan carcajadas, así como también su dificultad de posar para las fotos, una tarea en la que no se desenvuelve precisamente como pez en al agua y para la cual no logra mostrarse muy expresiva, en contraposición a lo que es su habitual ductilidad y maestría en el espacio escénico. Aunque la fotógrafa le pide que cierre la boca (debe callarse para eso), conversamos sobre temas varios y la mezcolanza también causa gracia. Es desopilante, ocurrente. Hablamos acerca de que ella no sabe de qué se tratan sus espectáculos hasta el momento en que se pone a hacer la puesta ("Ya me arruinó la primera pregunta que pensaba hacerle", pienso), intercambiamos pareceres acerca de la xenofobia y los prejuicios, discutimos en broma acerca de que yo le critico sus forzadas poses para la cámara. Finalmente nos vamos para adentro de la sala y arranca la pasada. Corren los minutos y, mientras miro lo que hace la actriz, empiezo a advertir que, contradiciendo mis predicciones, Limosna de amores no será un espectáculo cómico, aunque haya algo del planteo eminentemente corporal de los personajes (con sus trazos muy marcados y con contrastes entre uno y otro que causan sorpresa) que genera una suerte de omnipresencia cómica, a pesar de que el humor no esté en primer plano ni aparezca en el horizonte como un objetivo a conseguir. Cincuenta y cinco minutos después, cuando llega el descanso junto al mate y el budín, me refiero a este punto, incluso antes de comenzar a preguntar, y ella confirma que sí, que está tratando de correrse de la pura comicidad, como hizo en El sistema de la víctima con el personaje de la loca que deambulaba por avenida Corrientes, cuyo trágico destino aparecía intercalado en medio de una galería de criaturas cómicas. Por fin, y mientras la lluvia finalmente golpea la tarde, arremeto:

- Así que nunca sabés muy bien de qué trata el espectáculo hasta que hacés la puesta en escena. O sea que ya no te puedo preguntar cómo surgió el tema de Limosna de Amores... 

-¡Sí! Una está llena de intenciones cuando arregla su casa. Después va cambiando, modifica. Yo me refiero a esa plasticidad, a esa modulación que hay que tener. A poder mirar el texto como si lo hubiera escrito otra persona.

-¿Entonces? 

-Me invitaron a hacer un espectáculo en el Centro Cultural de la Cooperación. Me pidieron que fuera un estreno. Yo, que siempre trato de oír música y conocer, estaba en ese momento escuchando mucho a Lola Flores. Me dije, entonces, que iba a hacer un espectáculo sobre el amor, cosa que nunca había hecho. Siempre invento sobre temas políticos o algo así. Justo habían venido Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, me habían visto en 3340 (con humos de cabaret) y me habían invitado a ir a México, adonde voy a viajar en noviembre con El sistema de la víctima. Recuerdo que Jesusa, al ver el cabaret, me dijo "Claro: vos hacés cabaret político", como queriendo explicar que lo que yo presentaba no tenía que ver con lo que hacía el resto de los chicos del cabaret. Me quiso conectar con las redes internacionales del cabaret político. Me di cuenta de que era cierto que esa temática aparecía en mis trabajos. Sin embargo yo no quería quedar encasillada. Las clasificaciones encasillan. Prefiero hacer lo que tenga ganas. Si antes de empezar a construir un espectáculo le pongo un asunto, éste se convierte en un corsé. Lo que sí me pongo es un soporte y ciertos materiales para crear. Por ejemplo en este caso decidí que iba a hacer una obra corta, porque la anterior era muy larga. Por otra parte, volví a ese esquema cuadrado que usé en muchas ocasiones, de personaje-canción-personaje-canción. Prefiero no tratar de hacerme la renovada, porque eso también me encasilla, no es verdadero. A mí no me preocupa mucho el formato, sino aquello que digo. Yo trabajo así: escribo y un tiempo después me pongo a leer lo que escribí. A veces resulta que los demás me hacen de espejo.
Otro de los condicionantes fue la carencia de dinero. No pedí subsidio en este caso, porque no me sirve que me lo den muchos meses después de estrenada la obra, entonces me arreglé con una producción muy pequeña que hice con la plata que tenía en el bolsillo. Además yo sabía que en la sala en la que iba actuar, no iba a poder dejar armada la escenografía. Todo eso me condicionó.
Me puse a escribir sobre el amor, sobre lo que uno espera sobre el amor. Profundicé en eso. Cuando comencé a ensayar, cambié y serruché. Eso es todo. La obra habla del amor.

-De todas maneras, y no con ánimo de encasillarte en el teatro político, Limosna de amores remite también a otro universo, o en todo caso, el amor no es aquí un hecho aislado. Incluso te permitís decir frases tales como "la prostitución es la base del capitalismo".

-Es cierto. Las definiciones suenan un tanto fanáticas, pero en ese caso creo que es así. En este mundo, no importa si te gusta o no te gusta lo que hacés. ¿Acaso no te están pagando? ¿Qué le dice una madre a su hijo con respecto a su trabajo, cuando el pibe le dice que no le gusta lo que hace?: "Dejate de joder -le dice. ¿Vos pensás que a mí o a tu padre nos gustaba el laburo que hacíamos? Vos debés tener tu plata". Me pregunto: ¿y eso no es prostituirse? ¿Por qué los genitales son más intocables que el tiempo de una persona? Si yo estoy cinco horas haciendo guardias sin hacer nada, ¿qué sentido tiene eso? No sé qué diferencia hay. Un trabajo te puede enfermar. Uno se puede morir, pero tiene que callarse la boca y hacerlo. Dicho así suena como un razonamiento muy extremo. Y tal vez lo sea. Yo veo todo en blanco y negro. Los esfuerzos que hago por la media tinta, no resultan. Todo el resto es una conciliación política. Confío sólo en mí. Quizás por eso soy fija, constante.

-Tus personajes también. Quiero decir, no tienen medias tintas. Construís los personajes desde algún tic, o un andar afectado, una decisión que parte del cuerpo y los define.

-Sí, como una puerta, una llave. Con esa herramienta empieza a suceder algo desde el juego y no desde una búsqueda profunda. Además, en mis espectáculos tengo poco tiempo para definirlos. No hay tres actos, sino, quizás, seis minutos. Yo tengo ese ratito, como el de una canción, para que el espectador comprenda de movida, cómo es el personaje.

-Esto también deviene en que sean blancos y negros. Y no por eso pierden profundidad.

-Tienen profundidad en lo que dicen, pero cualquiera me puede imitar. Tienen cositas como las que hacía Luis Sandrini o Pepe Arias y eso no les quita valor. Yo puedo imitar a Catita. Se han hecho, incluso, espectáculos en su homenaje. En cambio es más difícil imitar a Elena Tasisto haciendo Tres hermanas de Anton Chejov.

-Creo que hay una elección que no se relaciona solamente con que tengas seis minutos ¿No se trata, básicamente, de que te gusta encarar la actuación desde ese lugar?

-Me gustan muchas cosas, no una. También me gustaría hacer una tragedia y no puedo porque no es el momento. Por ahora necesito que la gente venga a verme. Tengo un público que quiere el tipo de humor que vengo haciendo. ¿Cómo hago para virar hacia la tragedia, por una necesidad mía de expresión? Si la gente no paga la entrada, yo no puedo escribir más, no puedo hacer más teatro.

- ¿O sea que cuando hagas tragedia vas actuar como Elena Tasisto?

-No, no. Yo soy exagerada en la actuación. Pero la gente no se va reír.

-¿Por qué hacés uso de la canción, como recurso expresivo, en este y otros espectáculos?

-Si yo pudiera, haría toda la obra cantada. Me conmueve terriblemente cantar, me conmociona. Todo el personaje está ahí. La canción es el sello, el cuadro sinóptico de todo el asunto, de las emociones del momento. No es que sea algo paradigmático del personaje, ya que lo paradigmático está puesto en ciertas frases que repito durante la escena. Ese latiguillo es el de la vida real, pero aumentado con una lupa. En cambio la canción es la esencia de una escena en su totalidad.

-Siempre te veo en espectáculos que escribís y dirigís vos. ¿Concebís participar en obras escritas o dirigidas por otro?

-Le he pedido a tres directores que me dirigieran. Me dijeron que sí y luego desaparecieron. Otros tres me convocaron para trabajar y también se esfumaron. Fue muy raro. No es una decisión mía. Se da así.

-Contame cómo trabajás sola.

-Escribo y luego trato de que pase el mayor tiempo posible antes de comenzar a hacer la puesta, para que el texto me sea ajeno, para no reconocerlo, para, incluso, no estar segura de haberlo escrito yo. De esta manera puedo tener luego una visión como directora. Después, cuando me pongo actuar, estoy histérica, irascible, como las actrices. No me gusta el vestuario que me dieron (que me di yo), en fin. Tengo varios roles, pero ninguno contagia al otro. En un tanto esquizofrénico, pero tiene algunas ventajas. No me dejo en banda, por ejemplo, como los actores que de repente se van porque en otro lado les pagan viáticos. No cambio la puesta. Muchas cosas que sufrí dirigiendo grupos numerosos, que me desgastaban, ahora no las padezco. Todo eso me hizo mal. Me duele como una cicatriz en los días de humedad. Ahora voy a tratar de trabajar con otros actores, pero de a uno. Se han acercado y posiblemente les escriba un espectáculo y los dirija.

-¿Cuál es tu espectador soñado?

- Aquel para quien no soy alguien lejano, una "artista", sino una persona a quien se le puede pasar la receta del pastel de papa. Le escribo a ese tipo que nunca fue al teatro. Quiero que lo entienda, que le quede claro. No me gusta la competencia. No quiero generar un deslumbramiento.

-Una vez me contaste que hace algunos años te tocó dirigir una escuela de teatro en Merlo y que ese paso por allí te modificó. ¿La necesidad de un espectador como el que describís nació en aquel período?

-Comprendí muchas cosas en ese momento, cuando a Merlo venía a hacer teatro, por ejemplo, una mina de mi edad que limpiaba baños en la municipalidad. Era impresionante la riqueza y la fuerza que tenía. A esa gente me tengo que dirigir. También se me llena la sala de clase media, por supuesto, pero es un clase media que no alardea.

-Hay en vos una fuerte opinión sobre lo cómico. ¿De que se nutre tu comicidad?

-Descubrí que era cómica por la reacción de los demás. En la escuela yo hablaba de algo serio y todos se reían. Ahí descubrí cuál era el chiste.

-¿Y cuál era?

- Y... que si uno se ríe, los fantasmas se van. Yo soy muy trágica y fatalista. Todos nos vamos a morir. No te olvides. Yo lo tengo muy presente. Es tan pesado saberlo, que hay que establecer una guerra contra eso. La risa es transformación, no negación.
Es el rasgo más grande del ser humano. Pero además, cuando hacés reír al otro, ese otro te ama. Le hacés un tremendo bien. Se sigue acordando de vos y se emociona al recordar, porque se rió. Por algo amamos a nuestros cómicos. No los admiramos, los queremos. La risa, además, junta y envalentona. Siento que mis espectadores salen más valientes y más desafiantes, porque se han reído todos juntos. Eso no tiene precio.

-Para terminar... (Me va costar ordenar esta charla)... 

-Vos sola te metiste en esto. 

-Y sí. Te decía, respecto de este espectáculo específicamente, ¿qué querés que pase con él?, ¿cuáles son tus expectativas?

- Quiero que la gente tolere el cambio paulatino desde la comicidad hacia otra zona. No sé si en esta ocasión va a haber carcajadas. Tengo mucho deseo de volver a sorprender a aquel público que ya vio dos o tres de mis espectáculos. Eso quiero.