miércoles, 13 de marzo de 2024
Jueves, 26 de julio de 2012

Falta el aire

Por Edith Scher | Espectáculo La oveja abandonada

La oveja abandonada con dramaturgia y dirección de Agustín Rittano, y la actuación de Alejandro Álvarez, Fernanda Bercovich, Rodrigo Martínez Eguizábal y Fernanda Pérez Bodria, construye un universo original que asfixia e inquieta.

Sentadas al sol. Nada que mirar, nada que hacer. La situación es familiar (en todo sentido) y a la vez extraña. Dos hermanas (aún no sabemos que lo son) protagonizan la escena. Una habla y habla mientras arregla las uñas de la otra. Tirada, con los ojos tapados por dos rodajas de pepino o algo similar, achicharrándose, yace, cual cuerpo muerto, entre dos sillas que la sostienen incómodamente, la segunda. ¿Se habrá dormido? ¿Tendrá algún problema motriz? No parece escuchar aquello que dice la que habla. Así comienza el espectáculo. Pronto sabremos que ellas son el día y la noche. Sólo bastará que la que hasta el momento parece muda se despierte, para advertir el profundo contraste.  Dos mundos en el mismo mundo: ¿cuál? El de ese pueblo en el que el tiempo parece transcurrir inmensamente lento y en el que la respiración se hace espesa. Una es muy creyente, casi asexuada y vive la vida con resignación. La otra es caliente, pragmática, de pocas pulgas y está harta.  ¿Pero qué implicaría mover esa realidad? El universo lo completan un abuelo y otro hermano. Todos los personajes son muy peculiares y bien distintos uno del otro. El espectáculo genera cierta perplejidad a partir de algunas decisiones en relación a estos contrastes. Altísima (y más) una de las hermanas, y delgada. Contundente y de estatura más baja, la otra. El abuelo, un ser extraño cuyo mundo interno desconoceremos durante toda la obra, y cuya presencia y acciones vendrán a generar cierta sensación de algo inexplicable. Delgado y de gran barba, constituirá el personaje más misterioso de todos. El hermano, indeciso, inseguro, tironeado. ¿A qué hermana hacerle caso? ¿Qué hacer allí? ¿ Qué hacer?

Es difícil apresar la propuesta de La oveja abandonada para conceptualizarla y transmitir sus características. En principio, como se ha dicho, los opuestos generan extrañamiento. Por otra parte, hay efectos sorpresa que  acentúan la sensación de un mundo desopilante, montado sobre una realidad tremendamente agujereada, a la que algunos se acomodan y contra la que otros reniegan. ¿Algo cambiará? ¿Cómo será la ciudad?  En la ciudad, así lo describe la segunda hermana, siempre hay algo que hacer. El tiempo. Vaya problema. Qué hacer con la propia vida. ¿Se puede vivir feliz en el lugar propio? Todo parece seco en esa casa. Hasta la planta que riega inútilmente la primera hermana. Un circo trae sonidos del afuera. Quizás…  Pero no.  La poética se coagula y emerge de esa mezcla de efectos sorpresa, contrastes y formas cómicas con un vacío existencial que recorre toda la obra.

Las actuaciones cargan con un peso importante de la teatralidad que el espectáculo propone. Claramente delineados, los personajes navegan en esa diferencia entre ellos, que es relevante y está lograda. No sólo por las características físicas de los actores, sino por su cuidadosa construcción. Esa diferencia construye lenguaje, hace que la obra cuente de una manera y no de otra, que genere en el público la sensación que genera.

La luz (la del sol, por ejemplo) y la oscuridad, que depara sorpresas no tan agradables, recorren el devenir del espectáculo y generan inquietud. La oveja abandonada, un mundo de ficción consistente, con reglas propias. Original, disparatado  y teatral.

Publicado en: Críticas

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