Domingo, 04 de Enero de 2015
Miércoles, 07 de Mayo de 2008

Imágenes por la ventana

Por Mónica Berman | Espectáculo La Ventana

Una ventana se abre en la semipenumbra. La referencia es metafórica, la luz no está ausente, pero el ocultamiento se exhibe de inmediato.
Nuestra percepción visual se interroga, desconfía. Un cúmulo de ¿objetos? cubiertos juegan a la escondida. Tampoco su forma se adivina tras la tela, la posición funcional ha desaparecido. Anticipación de lo que sucederá con los cuerpos. Los hipotéticos objetos han perdido, provisoriamente, función y forma. Los cuerpos que asoman, parecen seguir la misma línea: no el cuerpo, sino un pie, un brazo, una mano, una espalda, instantáneas de cuerpos diferentes. Luego las telas se pliegan para desocultar. 

Un marco de ventana ¿para asomarse? Ya se sabe que ninguna previsión se cumple. Un marco para atravesar, para colgarse, para recorrer como si fuera un pequeño camino, un límite para cruzar.
¿Un sillón? Sí, un sillón y la pregunta: ¿qué pueden hacer en un sillón? ¿El mueble ejerce resistencia? ¿El cuerpo juega a no adaptarse? Es sencillo subir y bajar, rol mediante. Lo imposible es permanecer sentado. Quien lo prueba se desliza, lo reintenta, no lo logra. Lo complejo parece sencillo y lo sencillo deja de serlo.
El sillón también sirve para jugar a las escondidas y para hacer que una devenga otra, vestuario similar mediante.
Unas sogas decoradas se extienden, invitando a subir. La que "no podía sentarse" ahora trepa como si la ley de gravedad no existiera, como si todo no tirara hacia abajo, sino hacia arriba. Sube, se invierte. Luego se alternan, se conjugan, arman pares.
Un pequeño recorrido en el espacio nos cambia los personajes. ¿Una mesita? Él arriba y ella abajo. ¿Qué vínculo hay entre el arriba y el abajo? Uno los ve a ambos, ellos, en cambio, no se ven, pero saben de la existencia del otro. A veces interactúan, como si el cuerpo de abajo fuera un imán que se adhiere sin voluntad a las instrucciones impartidas por el de arriba. Involuntaria pero no inexpresivamente. Hay opinión en el rostro, toma de posición, comentario mudo.
Hacia el fondo aparecen (no en sentido estricto, siempre estuvieron, es que los elementos aparecen cuando los cuerpos los habitan) unas ¿sillas? Sí, prima la morfología, extravagantes sillas unificadas. Blancas. Por encima de ellas dos telas, una roja y otra negra, que resaltan sobre el resto en blanco y negro. De decorado deviene objeto para colgarse, treparse, hacer equilibrio. Cada uno de los que pasa por allí, Natalia Epelbaum, Javier Marra, Mariana Paz y Laura Tugentman, se vincula con la tela y la convierte, con su acción, en algo diferente, lugar de equilibrio, precario o no, planeador, hamaca, y lo hacen solos, en conjunto, en cruce, invirtiendo.
Ritmos diversos, leves, violentos, suaves, potentes.
Toda mutación ante los ojos del espectador, como la transformación de las extravagantes sillas en trapecio. Uno se pregunta cómo sostener semejante afirmación, si la forma no parece acordar con ella. Pero realizan allí rutinas de trapecio. Los cuerpos transforman los objetos. Pero los objetos transforman los cuerpos a medida que los atraviesan.
La elección de ese cuasi trapecio (es mejor cuasi que seudo, ideológicamente hablando) permite realizar actos que uno tradicional no permite. La superficie a recorrer es asimétrica, les concede quedar originalmente suspendidos, con rincones para entrar y salir. Desde abajo, desde el lugar del que especta, todo se observa diferente, la superficie de apoyo difiere, la visibilidad también, la extensión, el material, en fin, la percepción que nos confirma y nos engaña, ser y no ser sillas allí arriba.
El gran juego se cierra con una secuencia elástica y giratoria, en la que, como en el resto, pero tal vez acá se hace más visible, los protagonistas no ponen en juego sólo el cuerpo, sino también el rostro. No es una máscara fija, mecánica, sino una superficie en el que se dibujan los gestos.
Desde el principio al fin los músicos en escena acompañan, invitan, violentan, acunan.

¿Un texto excesivamente descriptivo? Es probable. Pero no diré que la La ventana es inefable, que de ella no se puede hablar, que excede la palabra. Diré que para dar cuenta de este espectáculo sería mejor la palabra de un poeta que la de un crítico.

Publicado en: Críticas

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