Domingo, 11 de Enero de 2015
Jueves, 01 de Septiembre de 2005

Adentro, al centro y afuera

Los esfuerzos del gobierno nacional por aunar bajo una misma institución a todos los terciarios dedicados al arte, ha tenido consecuencias dispares. Sería muy extenso (pero muy extenso en serio) nombrar los problemas a los que el IUNA debe enfrentarse así que prefiero, en esta ocasión, celebrar la constancia de la Compañía de Danza del Departamento de Artes del Movimiento María Ruanova (integrada por Yésica Alonso, Gisele Avanzi, Romina Bernardi, Aldana Bono, Laura Figueiras, Paulina Giambastiani, Matías Goldin, Jorge Lera, María Alejandra Marques, Analías Martorello, María Vistoria Molins, Luis Monroy, Rosana Ochoa, Laura Paolino, Camilo Pulmari, Romina Robles, Julieta Rodríguez Grumberg, Aimé María Schwieters y Laura Inés Vago) dirigida por Roxana Grinstein con asistencia de Silvina Linzuain y Lorena Zequeira, quienes han logrado concretar un excelente proyecto creativo. Tres jóvenes coreógrafos abordaron durante tres meses tres obras desde distintos puntos de partida y es así como el título del programa hace referencia a estas tres modalidades de trabajo. Respetando el orden de la representación y no la del título, diremos entonces que Fabiana Capriotti representa el Afuera en relación con su residencia en Barcelona. Su propuesta con la Compañía fue el trazado de una obra a partir de la improvisación utilizando la técnica de la coreografía al instante. Presente del Indicativo es el fruto de este trabajo, donde nueve bailarinas transitan una estructura musical y lumínica fija mientras que los movimientos son improvisados. Se evidencian las pautas creativas como si estuvieran escritas: detenciones, cambios de dinámicas a partir de los cambios en la música, texto y detención simultánea, etc. Sólo dos momentos parecen estar pautados, pero a partir del uso de la palabra y no de los movimientos. Estos son los únicos instantes en donde la obra muestra sus limitaciones ya que, al igual que en la mayoría de las piezas de danza-teatro, cuando las bailarinas toman la palabra se hace evidente su falta de entrenamiento con el uso de la voz. Pero esto es superado rápidamente a través de la alternancia de los solos, dúos, tríos, trabajos en pequeños grupos y momentos donde bailan todas simultáneamente. Es intensa la utilización del espacio, fruto de una técnica que no busca solamente el perfeccionamiento físico de las bailarinas sino también un gran entrenamiento perceptivo. Gracias al uso de la improvisación, cada una puede mostrar el universo personal a la vez que participa de uno general más amplio. Esto se refleja claramente en el vestuario creado por Cecilia Allassia, quien decidió darles la misma tonalidad pastel a todas las bailarinas pero diseñando algo distinto para cada una. Al centro se vincula con el porteño Ramiro Soñéz y su propuesta es Oscureció. La puesta nos presenta a cuatro bailarines y cinco bailarinas ubicados en fila en uno de los laterales. Están en ropa interior de principios del siglo XX, enfrentados a percheros llenos de ropa ubicados en el lateral opuesto. En esta ocasión trabajan con una partitura musical basada en el silencio y los sonidos que emanan del propio cuerpo, incluyendo el canto en algunas ocasiones. Las referencias sociales son mucho más explícitas, lo que permite desarrollos de personajes y relaciones, pero por sobre todo trabajos a partir del humor. Una luz general baña el escenario y, ya que no musicales, serán cuatro cambios de iluminación los que configuren temporalmente la pieza. A medida que el escenario vaya quedando gradualmente en penumbras hasta el apagón, se incrementará la desesperación de los personajes por vestirse, incorporando las normas sociales del pudor y la vergüenza por el propio cuerpo que hará que culminen la obra con un poncho enorme arriba de cuatro capas de ropa. La dificultad para los bailarines en esta pieza, reside en congeniar las exigencias técnicas (para las cuales tienen mucho resto) con las necesidades interpretativas de sus personajes. El único momento en donde parece haber una dirección al respecto es en el cambio de luces, cuando todos miran hacia arriba como si hubiesen sido descubiertos ¿por Dios, por el Gran Hermano?. Fuera de esto algunos trabajan durante el resto de la obra desde la neutralidad del gesto y otros desde la concepción y el mantenimiento de un personaje social. La estilización de danzas folklóricas cierra conceptualmente la intencionalidad de la pieza, dando finalmente a la obra un fuerte anclaje nacional. Finalmente Adentro refleja el trabajo del cordobés Walter Cammertoni, siendo el fruto de la investigación Y es una constante. La propuesta se centra en el abordaje de la coreografía a partir de la dramaturgia, para lo cual ha trabajado con Carlos Donigián y música original de Marcos Franciosi. Según los autores, la obra está “basada en los movimientos continuos, está fundamentada en la imposibilidad del hombre de construir una máquina de movimiento perpetuo (...) haciendo un correlato de los misterios de la naturaleza con la cinta de Möbius y la rueda de molino de Escher”. Esto les permite trazar “la hipótesis de que no hay pérdida de energía si se piensa en continuo, como la vida, que termina en la muerte, pero la vida también empieza allí”. Gracias al vestuario de Santiago Pérez, lo abstracto del pensamiento coreográfico se funde con referencias sociales concretas, ya que cada personajes tiene un vestido propio y personal basado en colores fuertes y contrastantes. Los bailarines entran a escena sucesivamente desde la platea (incluso algunos están en las butacas) y conforman un cuadro en donde las secuencias se reiteran una y otra vez en distintos puntos del espacio. La simultaneidad le da fuerza y carácter a la obra, ya que trabaja la Compañía en su conjunto. La exploración del movimiento hace que varios personajes remitan claramente a un universo kafkiano, en donde el límite entre ser humano y animal está totalmente desdibujado. Aquí si se ven trabajadas profundamente las intenciones, basadas principalmente en la violencia que, sumado a la abstracción de la propuesta, termina siendo una violencia sin sentido, violencia en sí misma. Son finalmente tres trabajos que abren tres universos disímiles, que recorren la abstracción, la referencialidad y todo lo que hay en el medio. Y esto también evidencia no sólo un desafío para la Compañía, sino también unas ansias de experimentación coreográfica que por suerte parece no tener límites.
Publicado en: Críticas

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