Dos mujeres que llegan, que estaban, que se encuentran. El después de una fiesta, los rastros en sus pieles, el olor a alcohol en sus miradas. Una noche que dura tres días y todo se vuelve metáfora, polisemia desparramada, violencia contenida, amor desilusionado. Un caos organizado, un caos que merece ser bailado.
Dos mujeres en salmuera, en conserva, en espera, atemporales, encerradas, enfrascadas en ellas mismas. Dos mujeres que se destinan a llorar esperan la noche, la oscuridad, el final o el principio. Se encuentran, se matan, se besan y se vuelven a matar… llorando. Se desvanecen por el espacio, se condensan en gota. Matan por matar, para transformar a la víctima en recuerdo. Matan para tener algo que llorar.
Sepultureras de ellas mismas, Antígonas amateurs, vuelven del llanto una razón, un juego, una competencia, un sustento. Viudas eternas, miran de reojo el comienzo del fin. Cazadoras de recuerdos, coleccionistas de perpetuidades momentáneas.
Amantes infinitas, amantes en la soledad del estar acompañado, de la voz de la melancolía, ambas mujeres compiten, buscan la perfección del juego ensayado, del asesinato como impulso vital. El final será el final, el final será el principio, la muerte de una de ellas será la invitación para seguir jugando, para seguir muriendo, para volver a reunirse en una suerte de limbo de conclusión de que no acaba nunca.
La propuesta
En Salmuera se ha trabajado buscando conformar una producto artístico indisociable entre los distintos lenguajes significantes que en ella se encuentran (la actuación, la danza, la música, lo pictórico). La idea de entrecruce disciplinario arroja una propuesta difícil de encasillar: Salmuera se mueve en el filo del desequilibrio a partir de todo lo que en ella se encuentra (texto poético/texto teatral, espacio cotidiano/extracotidiano, muerte poética/muerte real, baile/actuación, palabra/sonido, etc). Evitando privilegiar un aspecto por sobre el otro, sino que trabajando todos en simultáneo, la propuesta permite al espectador realizar una lectura abierta, sensorial, sin un sentido clausurado. Salmuera abandona la intención de ser el vehículo exclusivo para la comunicación de un sentido preexistente en el texto, y se transforma en materia con textura, en un elemento significante a partir sí mismo.
- APACHETA SALA ESTUDIO (2007)