Trieste

Trieste surge de dos fuentes: los grabados de Picasso sobre la figura del minotauro, y una experiencia real sobre el intento de anular el paso del tiempo. De esta unión entre la representación de lo monstruoso y el tema del tiempo que pasa nace la historia. Una joven, en tránsito de convertirse en mujer, escribe bellísimos poemas mientras su hermanito, un minotauro, asesina escritoras dormidas. Un hombre, en tránsito de convertirse en padre, intenta reproducir una serie de fotografías sacadas por su propio padre 15 años atrás. Un sueño narrado por uno de los personajes modifica todo. Stefan Zweig escribió que “el romántico no ve, tiene visiones”. Trieste toma un tópico clásico del romanticismo alemán: el sueño como fuente de verdad que modifica a personajes inmersos en una realidad extrañada. Partiendo de ese imaginario romántico los actores desarrollan personajes de gran intensidad, construyendo un mundo posible de fuerte impronta onírica, y al mismo tiempo exploran zonas de realidad absoluta (el paso del tiempo en sus propias vidas; o un largo monólogo de doce minutos). La puesta en escena utiliza la proyección de textos e imágenes en una pantalla de video como forma complementaria de narración.
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