De oficio: decidores

Dicen que los coleccionistas suelen ser personas de larga vida. Parece que a ellos nunca les llegara la hora de morirse. Mejor dicho, sí, les llega, igual que a todo el mundo, pero los coleccionistas se resisten a morir. Y no se mueren. ¿Y eso por qué? Porque a su colección más bien a sus colecciones siempre les anda faltando algo...
Caso parecido, creo yo, es el de los cuentacuentos. Hablo de los narradores orales que son lectores adictos, de los que leen lápiz en mano, como dialogando con el autor; de los que jamás salen sin un libro en la mano, por cualquier cosa; de los que compran libros que, intuyen, nunca van a llegar a leer; de los que están deseando volver a casa para arrebujarse dentro del libro que están leyendo; de los que repasan la historia de su propia vida a través de las marcas que fueron dejando en sus libros; de los que acarician los libros y los olfatean y duermen con ellos debajo de la almohada; de los que abren un libro al azar para encontrar la respuesta a alguna pregunta, el consuelo a algún dolor; de los que retrasan la lectura de las últimas páginas para alargar el placer; de los que cuando terminan un bello libro se preguntan: "¿Y ahora, qué va a ser se mi?"
Contamos cuentos para asegurar nuestra identidad.
Narramos oralmente para desentrañar misterios de otras vidas y así poder comprender nuestra existencia.
Contamos cuentos para agregarle un cuarto a la casa de la vida.

Reservas: cirujismo.espacio.cultural@gmail.com

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