Locos de contento

Cada hogar es un mundo. Cada pareja tiene una historia para contar. Y como si fuera un vouyeur silencioso, Jacobo Langsner en su obra Locos de contento, espía a través de la mirilla lo que sucede entre las paredes en las que viven Román y Claudia. Invita al mismo tiempo a los espectadores a compartir estas escenas, que los harán experimentar emociones tan fuertes como contradictorias, mechadas por el drama, la pasión, la sonrisa. En esta adaptación de Martín Vives, corre el doloroso año 2001 y este matrimonio aguarda la llegada de su amigo Manucho y un senador nacional, en carácter de comensales. Durante la espera y la preparación, aflorarán las esperanzas, los sueños, las desilusiones y las cotidianeidades que hacen de la vida de esta pareja, la misma que la de cualquier argentino que, por aquél mes de diciembre, miraba azorado lo que acontecía en el país. Entre la comedia y el drama, aparece el grotesco, para mostrar cada escena acontecida en esa tarde-noche en la que, como en el más desgarrador y apasionado de los tangos, Claudia y su marido encontrarán sus similitudes y diferencias, sus pensamientos superficiales y los más profundos. Los extremos que, siempre, se tocan en algún punto. Como a todos hace apenas poco más de dos años, los marca la crisis personal, social, económica y política. Como muchos, sueñan con irse hasta que todo pase. Mientras, la ciclotimia de sus estados anímicos los encuentra y desencuentra, para unirlos nuevamente en la certeza de ser afortunados por tenerse mutuamente y disfrutar de su pequeño hijo Luis. El sexo, el sida, el dinero, el futuro, las presiones y depresiones son temas inevitables en la conversación de estos dos personajes, que mientras tratan de dar la mejor imagen hacia los demás, se sumergen cada vez más en las esperanzas de salir de la crisis y una Argentina en ebullición. Locos de contento es el reflejo de nuestra sociedad, que repite una y otra vez en la intimidad de cada hogar, el sueño de llegar alguna vez a un punto más alto. Aunque de vez en cuando perdamos la paciencia y nos gane la desesperanza.