"Esta obra es una sucesión de palabras en las que se reconocen voces femeninas que mezclan grandes reflexiones sobre la existencia, la identidad y el sexo con eslóganes publicitarios, frases de libros de autoayuda y listas de utilidades de una multiprocesadora", dijo Vilma Rodríguez cuando le llegó el texto a sus manos.
Toda mi vida he sido una mujer, de la autora francesa Leslie Kaplan, se estrenó como semimontado el año pasado en el marco del Ciclo de Nueva Dramaturgia Europea, organizado por el Instituto Goethe y la Alianza Francesa. Bajo la dirección de Vilma Rodríguez y con las actuaciones de Gaby Ferrero y Andrea Jaet, este talentoso grupo de mujeres decidió reponer el espectáculo en la Sala Beckett, pero como una puesta en escena plena, abandonando el semi, y por únicas e imperdibles ocho funciones.
-¿Quién es Leslie Kaplan?
Vilma Rodríguez: -Es una autora francesa contemporánea. Nació en Nueva York, pero vivió toda su vida en París. Es una persona que vivió de cerca las protestas del famoso Mayo del 68. Una mina súper interesante que no es dramaturga, sino que escribe narrativa. Toda mi vida he sido una mujer es una obra que Leslie escribió por encargo para dos actrices. En Chile se hizo un concurso de dramaturgia y lo ganó. Posteriormente se montó en Santiago.
-Este proyecto fue abordado en una primera instancia como semimontado.
V.R.: -Sí. Fui convocada por el Goethe, que me propuso el semimontado. Como era un ciclo de nueva dramaturgia europea se sumaban más instituciones, como la Alianza Francesa, en el caso del texto de Kaplan. Pero creo que el semimontado se termina montando, porque como te dan un dinero que termina siendo mucho más de lo que da cualquier subsidio o varios subsidios juntos, los directores intentamos hacer lo posible para estar lo más cercanos a montar una obra. Es un lujo hoy poder contar con ese presupuesto. Entonces, me parece que, un poco, el concepto de semimontado se pierde, pero que se gana en el montaje. La variable es económica, sin ninguna duda. Evidentemente el semimontado en otras partes del mundo implica una lectura de la obra y un hacer algo en el espacio con eso. Pero aquí en Buenos Aires se convierte en la posibilidad de montar una obra.
-¿Qué te atrapó de este material?
V.R.: -Me divertían las posibilidades que se abrían, porque no había ni indicaciones de personajes ni acotaciones escénicas. Era tirarse a investigar y ver qué se podía hacer. El hecho de prepararlo para un semimontado me parecía también un espacio interesante para probar cosas en un tiempo acotado y una exposición también acotada.
-Gaby y Andrea ¿Qué les pasó al leer este texto?
Gaby Ferrero: -Siempre le comento a las chicas que mi experiencia en Crave, de Sarah Kane, que dirigió Cristian Drut, para mí fue similar, en el sentido de un texto sin indicaciones, así que esto no me tomó por sorpresa.
V.R.: -Venía entrenada.
G.F.: -Sí. Además en el primer encuentro pasó algo, si se quiere, sobrenatural. En el texto había parte escrita en cursiva y parte en imprenta. Decidimos repartirnos el texto de esa manera, ya que no había indicaciones. Para una la cursiva, para la otra la imprenta. Bueno: por esas cosas de la vida, esos textos encajaron perfectos en nosotras.
V.R.: -Claro que no sólo por la cursiva o la imprenta -ríe-.
Andrea Jaet: -Lo que sí aclara la autora es que sean dos mujeres las que interpreten este texto.
V.R.: -El texto que me entregan es con la traducción chilena. Trabajamos un poco en cuestiones de voceo y algunas marcas que nos resonaran más a los argentinos. También trabajé con el texto francés porque había cosas de dialecto chileno que nosotras no reconocíamos.
G.F.: -Yo tenía muchas ganas de trabajar con Vilma. Con Andrea ya habíamos trabajado en Ifigenia en Aulide, dirigida por Rubén Szuchmacher. De primera pasada de lectura me divertía muchísimo. Después, en los ensayos, en el encuentro con Andrea como actriz, la pasábamos realmente muy bien diciendo todas estas cosas muy femeninas.
-Son varias escenas donde cada una abre con una pregunta, que se puede responder o no en el transcurso de la escena misma. Si bien existe la idea del espacio de una peluquería, se atraviesan diversos espacios creados por las actrices y por la escenografía móvil
.A.J.: -Sí, es así. De hecho hablamos mucho de todas estas cosas que decís.
V.R.: -Nos preguntamos "¿Qué hacen estas mujeres?" Bueno: van a la peluquería, toman el té en Las Violetas, leen "Labores", repiten frases como "Moulinex libera a la mujer". Hay mucho juego de citas. Abordamos los estereotipos de la mujer y sobre esa cáscara trabajamos. Pasamos por todos los clisés y jugamos por ese lado de lo femenino.
A.J.: -Trabajamos también sobre las encuestas o preguntas que se hace a las mujeres en las revistas.
G.F.: -Una máquina de ruleros eléctricos es la idea germen y síntesis de este espectáculo. Jugando a abrir y cerrar esta máquina-objeto apareció la idea, junto a la escenógrafa Valeria Abuin, de trabajar con escritorios que se cerraran y abrieran en escena. También utilizamos esta máquina de ruleros para peinarnos. ¡Todavía funciona!
A.J.: -Es una casa de muñecas la idea de este espacio.
V.R.: -Y es como construir muchos espacios con lo mínimo. La escenografía estuvo a la semana de haber pautado la idea y eso fue maravilloso. El trabajo se estructuró teniendo la escenografía armada y eso no sucede generalmente. La escenografía llega una semana antes de estrenar. Así es como pudimos investigar con la escenografía en el espacio.
-¿Cómo abordaron estos personajes?
A.J.: -El texto marca una diferencia entre una y otra. Los enfrentamientos en los diálogos te pautan la diferencia entre ellas. Hay contrapunto y trabajamos también desde ahí.
G.F.: -En la obra se tiran textos con preguntas aparentemente elaboradas que no se terminan de responder, y creo que apuntan al pensamiento de la mujer de clase media, ama de casa, divina, que va a la peluquería y que tiene el último electrodoméstico. Mi personaje pregunta: "¿Qué es la sexualidad industrial de masas?" y no sé, realmente, si alguien sabe qué es eso, pero me suena a esas preguntas de Revista "Para Ti", como ser "¿Dónde está el punto G?" y todo ese tipo de preguntas cliché.
-¿Qué proyectos tienen en mente grupal o individualmente?
V.R.: -Por propuesta del actor y director Francisco Civit voy a dirigirlo en una versión de Acreedores, de August Strindberg. Andrea también forma parte de este proyecto como actriz. La idea es estrenar para mitad de año. Es un proyecto que hace tiempo andaba dando vueltas y que ahora, por suerte, concretaremos.
A.J.: -Además de Acreedores, reestrenaré en el Centro Cultural Borges Mal amor un espectáculo dirigido por Paula Bartolomé, en el que actúo junto a Miguel Forza de Paul.
G.F.: -Recién llego de Alemania de presentar Elsa, dirigida por Carolina Adamovsky, y nos fue muy bien, por suerte. En diciembre terminé de filmar una película de Diego Lerman, Ciencias morales, que creemos que se estrenará después de fin de año. Ahora, en marzo, comienzo a ensayar una obra de Arthur Miller, El descenso del Monte Morgan, dirigida por Daniel Veronese, con un gran elenco y en teatro comercial. Es la primera vez que voy a trabajar en teatro comercial. Estoy contenta.