Este año el FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires) le quedó chico a Buenos Aires. Desde todos los rincones de la provincia, hicieron eclosión los festivales alternativos.
Algunos vienen de larga data, otros recién empiezan. Lo cierto es que el segundo semestre de 2009 desató la furia festivalera de la provincia, haciendo que los espectadores tuviésemos que morir en el intento de ver un poco de todo.
Sólo para hacer un breve e incompleto recuento: el precalentamiento lo hicimos con la 10ma edición del Otoño Azul, organizado por el Equipo Delta, entre el 29/05 y el 14/06 en (como su nombre lo indica) la localidad de Azul. Sin elongar, seguimos raudamente con el FIBA, para tomarnos luego el autobús-6-horas-por-ruta y desembocar el 14 de octubre en el Primer Festival de Artes Escénicas Tandil (¿a qué no saben en qué ciudad?). Ya que estábamos por ahí y como Azul nos gustó tanto, decidimos volver para el III Festival Cervantino que inauguró sus actividades el 05/11.
A estas alturas ya teníamos un terrible complejo de culpa, porque no había manera de que llegáramos al IV Festival Beckett, organizado por el Beckett Teatro, que supo comenzar un 2 de noviembre. Pero para algo tenemos madre judía: luego de tantos años hemos aprendido a vivir y sobrevivir con kilos de culpa encima.
Recobrando cierta calma, a la vuelta del Cervantino pensamos en pedirle al chofer del micro que nos dejara bajar en el Parque Avellaneda (en vez de llevarnos hasta Retiro) para poder disfrutar del 5to Encuentro Nacional de Teatro Callejero de Grupos, coordinado por el Grupo La Runfla, que empezaba el 18 de noviembre y que pretendíamos empalmar con un trencito hasta Adrogué para participar del 1er Encuentro Internacional de Teatro Brown en escena, que abría sus puertas el 27/11. Lo que no tuvimos en cuenta fue que ese mismo 27 arrancó el I Festival de Artes Escénicas Buenos Aires Gran organizado por Doc/Sur que, como prometía su eslogan, iban a tener "más de 20 kilómetros de teatro, desde Avellaneda hasta Longchamps". Pensando ya en cómo clonarnos en el baño para no perdernos de nada, nos enteramos de que el VI FELCO (Festival Latinoamericano de la Clase Obrera) empezaba apenas un día antes, el 26/11, por lo que tuvimos que montarnos en parapente desde la punta más alta de la escultura más grande del cementerio azulino -diseñado por el controvertido arquitecto Francisco Salamote- para aterrizar a tiempo en el Centro Cultural de Yatay 334. Tomando aire en una sola bocanada nos sumergimos en la recta final con tres al hilo: el III Festival Internacional de Teatro Independiente Pirologías , organizado por la Compañía Nacional de Fósforos, que se encendió el 2 de diciembre en los barrios de Villa Bosch, San Martín, Caseros y Palomar. Marcado de cerca pasamos al VI Festival del Copete, organizado por el grupo de teatro La Cordura del Copete, que salió al ruedo el 09/12 en distintos espacios de San Justo, partido de La Matanza. Haciendo honor al nombre del grupo y esperando llegar al maratónico cierre, volamos a Palomar para el XIII Festival de la Víspera que, organizado por El Baldío Teatro, tiene lugar en distintos espacios de Ciudad Jardín desde el 17/12. Pero ojo, porque ese mismo día (si, otra vez "ese mismo día") empieza el Festival Provincial de Teatro para Adultos 2009 que, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, copará la ciudad de La Plata. Y justo cuando pensamos que podíamos cumplir con todo, nos dimos cuenta de que se nos pasó de largo el IV Encuentro de Humor Breve organizado por el C.C. Fray Mocho, que se desplegó en un ya lejano 4 de diciembre.
Imposible.
Y lo peor es que seguro nos estamos olvidando de un montón, y de otro tanto ni siquiera nos enteramos.
Pero entonces surgen ciertas preguntas de rigor: ¿Por qué tantos festivales? ¿Hacen falta? ¿Hay público para todos? Teníamos nuestras dudas, principalmente porque muchos de estos encuentros incluyen talleres y seminarios teóricos y prácticos. Y esas dudas se acrecentaban si teníamos en cuenta las sabias palabras del director del FIBA, Rubén Szuchmacher, quien en la conferencia de prensa de apertura del Festival había declarado: "no habrá mesas redondas, no habrá necesidad de ir a esos lugares que nadie quiere ir". Pero parece que, después de todo, la gente sí quiere ir a mesas redondas, porque las vacantes se agotaron en todos los Festivales de la provincia. Martín Wolf, organizador de Brown en escena, nos aseguraba que cada localidad tiene sus propias necesidades y que, si se escucha lo que la comunidad necesita, siempre va a haber público. Antonio Célico, director de El Baldío y co-organizador del Festival de la Víspera coincide completamente con esta posición. Hay espectadores porque, en realidad, los festivales no compiten entre ellos sino que, lo que pretenden, es crear nexos con la comunidad. De ahí que se utilice la calle, escuelas y plazas. De ahí que se involucre a los vecinos. De ahí la idea de festival como fiesta teatral.
Cuenta Célico que incluso Pirologías, del Copete y de la Víspera son un trío de festivales que trabajan en conjunto: "la Víspera nació en el ´97, cuando nosotros -El Baldío Teatro- ya habíamos fundado El Séptimo. A partir de que el grupo empieza a tener cierto peso nacional, quisimos devolverle a Ciudad Jardín un poco de lo que nos había dado..., que en realidad era nada. El asunto es que en un determinado momento, cuando nos instalamos acá, éramos un grupo de puertas adentro. La verdad es que estábamos bastante encerrados... Y eso produjo reacciones raras en la comunidad. Cuando a partir del ´96 comenzamos a tener un funcionamiento nacional más fuerte -viste como es la clase media, cuando lo lee en Página 12 ya le resulta más interesante- decidimos armar un festival (...) A partir de ahí la relación con la comunidad pasó de regular a excelente (...) Pero hay un momento, cerca de 2004-005, que encadenamos nuestro festival con otro que, para mí, es de los más importantes, porque es como un hijo de nuestro grupo: el Festival del Copete, que se hace en San Justo, La Matanza. Y luego encadenamos Pirologías. Esta tríada funciona más o menos en la zona oeste-noroeste".
La sensación es que con estos encuentros aparece una descentralización, una verdadera federalización de la cultura. No hay tanto un interés por que la gente de Capital Federal vaya a esos festivales, sino, más bien, que la comunidad local participe. Extender el teatro a otros circuitos. Crear público nuevo. Y crear estéticas nuevas, que experimenten con otras temáticas y otras poéticas, que no sean -como dice Célico- obras en las que siempre aparece un muerto en el baño o una familia con problemas. Permanecer en el margen pero no en la marginalidad, resistir sin buscar la hegemonía.