Alrededor de septiembre comenzó a circular una carta por mail de un tal Juan Pablo Gómez, que tenía por asunto: "falta una voz en la escena teatral porteña". La misma convocaba (ante el malestar que se evidenciaba en el ambiente teatral) a "los productores reales del teatro independiente de Buenos Aires", a una reunión en lugar a designar, para charlar sobre la problemática que se presenta ante el hecho de producir, ensayar, estrenar y sostener un espectáculo en el tiempo. De esta sencilla y concreta iniciativa resultó lo que se dio en llamar el Colectivo Teatral. En esta entrevista, Juan Pablo Gómez (actor y director) y Lucho Bordegaray (periodista) nos cuentan de qué se trata.
-Juan Pablo: ¿por qué tuviste el arranque de mandar un e mail a toda la gente de teatro para encontrarse?
Juan Pablo Gómez-Durante todo el año había sentido cierto malestar en el ambiente del teatro, ya que creo que desde hace tres años las problemáticas tomaron una vertiginosa velocidad y se profundizaron. En el caso más concreto de lo que a mí me sucedía, el hecho de no poder conseguir una sala se hizo realmente dificultoso. Pensé en hacer una carta o una especie de análisis y mandárselo a cierta gente, pero como quería escribir algo sesudo, poco a poco, me di cuenta de la cantidad de cosas que ignoraba y sobre las que no tenía los elementos básicos para hablar con una mínima propiedad. Así me di cuenta de que solo no lo podía hacer y de que necesitaba ayuda para cotejar ideas con otra gente. Y como no hay otra manera de empezar que a los ponchazos, envié ese correo en un arranque intuitivo. Comenzó a circular y como salió en Alternativa, también se propagó por muchos lados.
-¿Qué respuesta recibiste a esta convocatoria?
J.P.:-Muchísima. Fue como tirar un fósforo dentro de una montaña de heno. Todo el mundo estaba muy tocado por el tema. Rápidamente la discusión comenzó a irse para el lado de lo institucional. Yo vivía el tema de las salas dentro de la miopía que implica conocer sólo la experiencia propia. Ése era mi obstáculo inmediato. Pero después, al empezar a tirar del hilo, surgieron muchas otras problemáticas. Es difícil mantener el equilibrio entre lo macro y lo micro para comenzar a trabajar. Es un equilibrio que hay que mantener. Hay muchas líneas, como en toda construcción. Una primera etapa sería pedagógica, en la que uno comienza a darse cuenta de qué lugar ocupa en el sistema del teatro. La atomización genera que uno no se termine de identificar con eso. Uno hace las cosas de una manera muy separada del resto, o por lo menos eso uno cree. Cuando vas al mundo más real, que es conseguir una sala, tramitar un subsidio, conseguir un agente de prensa, te das cuenta de que lo que hacés no es solamente un capricho tuyo, sino que también cumple determinada función social, ya que hay organismos que regulan esta actividad. También, descubrís que hay circulación de dinero en relación a esta actividad.
-Lucho: ¿con qué expectativas fuiste al encuentro?
Lucho Bordegaray-Con las más altas. Yo había participado -como productor ejecutivo de Shangay, de José María Muscari- del Septiembre Alternativo, surgido como un plan de último momento para no desaparecer ante la irrupción del Festival Internacional de 2005; y esa simple suma de doce obras que se acompañaban mutuamente a través de un folleto común, nos demostró que las energías sumadas, en realidad, se multiplican. A partir de eso, es fácil deducir que a la hora de buscar público, la competencia no se debe plantear en horizontal, que los colegas del circuito alternativo no son rivales, sino potenciales aliados. Y aunque nos habíamos propuesto una reunión para evaluar los resultados de Septiembre Alternativo para darle continuidad anual y quizás lanzarnos a un Marzo Alternativo (el de 2006), nada de eso hicimos. Sin embargo, hablé ese verano con varias personas de teatro acerca de la generación de un espacio común, y aunque todos lo veían con interés, nadie parecía tener mucha confianza en su sostenimiento. Tal vez no era el momento.
Por eso llevé altas expectativas. Pensaba, cuando fui, en la posibilidad de sentar las bases para crear un gran colectivo de teatro alternativo que se identificara con un modelo de producción (más allá de toda diversidad estética), que pudiera independizarse de factores que hoy se presentan como ineludibles (subsidios, agentes de prensa, brevedad de las temporadas, etc.) y que supiera generar nuevo, mayor y más entendido público. Ahora bien: para que esto suceda creo que es indispensable que tomemos conciencia de que el teatro alternativo tiene valor por sí mismo. No se trata de las inferiores del teatro comercial, no es un casting permanente para que Adrián Suar o Claudio Villarruel me vean trabajar y me elijan para su próxima tira (a la que ojalá muchas y muchos accedan), no es el hogar de niños expósitos en el que esperamos que Francis Ford Coppola o Héctor Babenco nos adopten (ídem), y mucho menos es el espacio en el que, a fuerza de desengaños, perdemos las ganas de vivir de lo que deseamos. No; éste es un espacio distinto, con valores propios, que ya desde la misma autogestión expresa su peculiaridad.
-¿Qué opinión te merece el primer encuentro?
L.B.:-Fue muy positivo. El solo hecho de que más de ciento veinte personas se hayan acercado ya es alentador. Además, que nos conozcamos y nos expresemos más allá de lo artístico, nos recuerda que nuestra actividad es política (tiene correlato en la vida social, la influye y es influida por ella), y que si nosotros no nos articulamos para proponer y generar políticas culturales, las hará un funcionario que será abogado o contador.
Y este primer encuentro generó un fuerte interés en quienes no pudieron estar presentes, lo que habla de una potencial adhesión y participación mucho mayor.
-Entre otras cosas se habló del reconocimiento al trabajo...
J.P.:-Sí, porque hay algo del reconocimiento que suplantó la idea de la conciencia laboral. Quiero decir: si una persona cualquiera o un grupo de teatro invierte cierta cantidad de su tiempo en generar un espectáculo que tiene un valor simbólico y económico, eso ya tiene que tener un valor. Esto tiene un costo y tendría que tener asignada cierta cantidad de dinero. El éxito o reconocimiento sería otra etapa que se puede dar o no. Pero se olvida una primera etapa base. No me parece justo que si yo trabajo durante un año con una obra, si no tengo ese reconocimiento no tengo nada. ¿Se entiende? Se hablaba mucho en el primer encuentro de que el problema no es asegurar un techo para la actividad, el problema es asegurar un piso.
-¿No te parece también que hace falta realizar una autocrítica?
J.P.:-Sí. Creo que es muy importante entender por qué el embudo se arma como se arma. La idea del Colectivo Teatral y que se realice en este momento, tiene que ver con revaluar todos los activos que hay en el sistema teatral. Volver a discutir cada uno y ver como funciona.
-Se vuelven regulares cuestiones que no tendrían que serlo.
J.P.:-Sin ponernos muy marxistas, me parece que cuando no hay una idea de conciencia colectiva, un movimiento general, esto se reemplaza por una angustia a nivel individual psicológica (yo no puedo, yo no conseguí esto, yo no gané esto). La alienación es eso: vivir como algo personal una presión social que se está ejerciendo. Si uno se puede juntar con otro y empezar a hablar, reconoce la matriz y se puede empezar a buscar la solución a esto y darse cuenta de que, finalmente, es un problema que tienen todos. Diez años de menemismo no han pasado en vano. Todo ese período tan liberal en las costumbres hizo estragos en el sentido común, incluso en los que llevan las banderas del progresismo. Creo que esto en las relaciones laborales produjo mucho descalabro.
Una de las primeras cosas que habría que sentarse a analizar y discutir es esta relación entre lo autogestivo e independiente, lo formal y lo flexibilizado. Cierta vinculación, no sólo de las compañías respecto de las salas, sino de las salas respecto a aquellos organismos que deberían controlar y apoyarlas. Las relaciones entre los trabajadores de las salas (técnicos) y los organizadores de las salas, son relaciones muy flexibilizadas. Por otra parte, cuando en los subsidios se habla de producción de obras, la remuneración actoral no cuenta. La Asociación Argentina de Actores abandonó la función de resguardar los derechos de los actores, por lo menos los del teatro. Discutir la formalización de la actividad no puede ser algo malo para nadie. Si alguien sale perjudicado habría que ver por qué y también hablarlo. Igual, creo que por mucho tiempo no se puede evadir la discusión de una política más amplia. Creo que toda construcción también sufre de cierta miopía selectiva. En un momento uno tiene que abroquelarse a los problemas que tiene y darle para adelante para poder cambiar algo al menos, como hacen los de ARTEI, Asociación Argentina del Teatro Independiente. Dentro de la asociación deben tener sus problemas, pero el reclamo es siempre el mismo frente a los demás y van para adelante. Éste me parece que es el ejemplo para la construcción de un colectivo teatral.
-¿Por qué es importante hacer números?
L.B.:-Porque nos da una dimensión acerca de aquello sobre lo que estamos hablando. Los números son símbolos, y hacer números tiene un alcance simbólico, pero justamente por eso mismo los entendemos todos. Te pongo un ejemplo: todos sabemos lo que se le paga a los agentes de prensa, pero si haces un número que muestre la masa de dinero que se les deriva desde nuestro trabajo, ahí te dan ganas de pensar qué estamos haciendo al respecto. Una cosa es decir que tal agente de prensa me cobró tantos pesos por su servicio, pero muy otra es decir que los seis más grandes agentes de prensa que trabajan con el teatro independiente, sólo entre el 1º de enero y el 30 de septiembre de este año, y sólo por el trabajo correspondiente al mes de estreno, recibieron del teatro alternativo porteño no menos de doscientos cincuenta mil pesos (sí, $ 250.000.-). ¡Epa! No es un sueño ni un deseo: esos billetes estuvieron en nuestras manos. Y la pregunta se te impone: ¿qué podríamos haber hecho entre todos, de haber manejado semejante suma en conjunto?
- Entre otras cuestiones se tomó el tema de los subsidios y las instituciones que los otorgan.
J.P.:-El sistema de teatro y de los subsidios es meritocrático. El punto es que, si es así, que sea realmente así, porque tampoco sirve darles mil pesos a todos. Creo que se pueden concentrar más los subsidios, pero entonces, que los sistemas de elección sean más concienzudos. Que los jurados vengan a ver un ensayo, que hagan seguimientos de obras y que el subsidio final o el monto final se decidan con la obra ya estrenada. Que se dé un básico a mitad de estreno o que muchas obras tengan un subsidio a mitad de ensayo (subsidio de preproducción), y que te den en ese momento quinientos o mil pesos. Este tipo de cosas o de reorganización ayudaría también a la actividad.
Creo que tanto los subsidios como el apoyo del Estado son un derecho. Lo que pasa es que si no hay carriles para acceder a este derecho, en el sentido que dice la Constitución, "todo derecho conlleva obligaciones", es muy difícil regular la actividad. Que no pueda acceder no quiere decir que no tenga el derecho. El derecho es el acceso al subsidio. Lo que está raro son los canales para acceder. Yo no tengo acceso a saber por qué me dan 1000 en vez de 3000. Tiene que estar más claro por qué y para qué se destinan los montos. Simplemente el hecho de mostrar cierta información ya es un acto político.
Creo que el primer paso es hacer un censo de los teatristas, aunque sea de manera autogestiva, marcar un rumbo a seguir y que el Estado se sume posteriormente.
¿Por dónde y cómo se piensa seguir?
L.B.:-Con una próxima reunión para plantearnos algunas metas para 2008. Pensar la mejor manera de crear una organización donde la estructura no sea burocrática, la agilidad no signifique ignorar opiniones, y el carácter asambleario no se convierta en estado de deliberación permanente. Luego, pelear la reforma de normas pensadas en función de un teatro que ya no existe o que, al menos, no es el nuestro. Y vaya uno a saber cuánto más: a mí me gusta decir que este colectivo teatral es "un espacio amplio y sin techo".
J.P.:- Alberto Ure en Sacate la careta, hablaba todo el tiempo de una idea de responsabilidad civil respecto al quehacer teatral. ¡Decir responsabilidad civil en el teatro es como una cosa de otro planeta! Realmente no se tiene mucha conciencia de cuán importante es esto. Creo que todas las partes del teatro tienen que asumirlo.
¿Por qué sería importante participar?
L.B.:-Porque si cada cual se corta por la suya, serán pocos los que obtengan buenos resultados y por no mucho tiempo. Quizás, personas del teatro independiente a las que les va bien, piensan que es mejor seguir cada cual por su lado, porque sumarse les significaría asociarse con gente a la que le va peor. Y quizás tengan razón desde lo económico; pero para pensar el crecimiento desde lo económico, me parece que hubiesen hecho mejor poniendo un maxikiosco 24 horas, porque el teatro (como toda expresión cultural) merece un poco más de coherencia y el público merece nuestro respeto. Y no estoy planteando que la gente del teatro deba vivir en una hambreada austeridad: entre el actor casi excluido que vive de prestado y el dramaturgo exitoso, yuppie (incluso habiendo sido hippie), hiperintegrado y consumista hay muchos puntos intermedios en los que se entrecruzan un adecuado bienestar personal y la coherencia en el discurso, lo que no sucede en los extremos citados.
Blog del Colectivo Teatral: http://www.colectivoteatral.com.ar