Tatiana Saphir es actriz y cantante. Forma parte de la banda electro-pop Azukita! conformada, además, por Santiago Blaum y Min Ko. Además, puso el espectáculo Re-genias.Diarios íntimos 1985-1997, junto a Carla Crespo en el Excéntrico. A pesar de haberle ido muy bien con estas dos propuestas, un contrato con la compañía Le Ballets C de La B, de Alain Plattel, se la lleva por siete meses a Bélgica. Pero a no desesperar, que como todo artista de las pampas se las ingeniará para estar aquí y allá y no dejar de hacer lo que más le gusta.
- ¿Cómo se conocieron los Azukita!?
- En 2003 me llamó Rafael Spregelburd, que conocía a un director alemán, Dirk Cieslak, de la compañía alemana Lubricat, que iba a hacer un proyecto, Mutation, y necesitaba actores que hablaran en inglés. Fui a la audición y quedé. Allí conocí a Santiago Blaum. En esa obra yo hacía una especie de diva intelectual del tercer mundo y cantaba algo en alemán. Santiago y Min Ko ya se conocían desde hace tiempo. Él hacía cumbia electrónica, pero solo, y tenía la idea de formar una banda desde hace un montón. Armó la formación, ya que nos juntó. ¡Y se ve que quería esto, porque sino hubiera llamado directamente a cantantes profesionales!
-¿Cuál es el repertorio?
-Tenemos un repertorio que es un delirio. Hay cumbia electrónica, versiones distorsionadísimas de covers, por ejemplo el de La pollera amarilla, o una versión de Tom Jobim de la canción La felicidad o La tristeza. Nosotros le pusimos La tristeza no tiene fin, siempre electrónica y en español. También tenemos canciones propias.
-¿Cómo componen los temas?
-En general, hay una base musical y algunas ideas las trae Santiago. Discutimos mucho y nos ponemos a probar y probar improvisando. Por ejemplo, tenemos una versión electrónica de Cuidado, de Nubeluz, donde seguimos con la letra de la canción, pero le agregamos un par de estrofas nuestras que quedaron muy graciosas.
-¿Desde un principio dijeron “¡Vamos a ser una banda, salir a tocar y grabar un disco!”?
- En dos años que tenemos como grupo, hicimos pocos shows. Quince como máximo. Queremos grabar un disco algún día, cuando estemos los tres en Buenos Aires un buen tiempo. No queremos grabar algo que sea referencia exclusiva de lo que está en escena, sino algo bien hecho, con una producción, aunque sea mínima. Poder ir a un estudio, hacer la mezcla, etc. Lo que sí tenemos es un demo que armó Santiago.
-¿Cuándo decidieron salir a mostrar lo que hacían?
-Nos juntamos y estuvimos ensayando dos meses y decidimos salir a tocar, porque hay algo de la parte escénica que hay que probar con el público. Si hubiéramos estado en el detalle de lo musical, nos habríamos encerrado dos años y no hubiésemos salido a tocar nunca. Eso le pasa a mucha gente de la música. La primera vez que tocamos fue porque había que tantear el material que teníamos. Hicimos un mini show con siete temas.
Como grupo mantenemos cierto nivel de libertad. Por ejemplo, decidimos no tocar en circuitos de música, sino en discotecas grandes. Lo que tiene de malo eso es que, por lo general, no podemos hacer prueba de sonido y lo que tiene a favor es que los espectadores no son gente que te viene a ver a vos especialmente, sino que va a bailar. Nosotros allí somos una frutilla más. Así, podemos tantear qué es lo que pasa con el público, genuinamente. Creo que el espacioideal para Azukita! sería tocar en un lugar tipo concert.
-¿Cantabas antes de conformar Azukita!?
-Yo no soy cantante. La primera vez que canté fue en la muestra de teatro de fin de año en el Andamio 90´, cuando estudiaba con Luciano Suardi. La muestra era sobre Federico García Lorca y yo cantaba una canción de las lavanderas. Eso fue hace más de 15 años. Nunca más volví a cantar hasta ahora. Nunca hice técnica vocal. De hecho, tengo problemas en la voz.
Por eso para mí es muy claro que soy una actriz que ocupa el lugar de cantar, de perfomar cantando. Me gusta mucho. Me parecen que le pasa a muchos actores que se ponen a cantar. Por ejemplo a Virginia Innocenti, en quien se nota que, como actriz que canta, tiene un terreno ganado al río muy importante. Porque para mí el 50% es la presencia: cómo pararse, cómo cantar. Para el actor, cantar, tiene que ver con romper algo de lo que hace cuando actúa. Sería algo más parecido al varieté. Bueno, en una Fiesta Brandon donde tocamos, entendí la diferencia. Era un lugar grande y apenas salimos la gente gritó y aplaudió. Eso no pasa en teatro de sala. La gente no aplaude previamente. Ahí entendí la diferencia entre actuar y cantar. Creo que sólo en el varieté se genera algo previo.
-¿Y esta diferencia que sentís hace que te des determinado permiso?
-Totalmente. Tiene otras reglas. Por eso con Azukita! lo que hacemos es una especie de híbrido. Hay una cierta tensión, que a mucha gente le gusta y a otra no. Algunos nos dicen, “Che, decídanse qué son ¿Un show, un espectáculo o un grupo de música?”. Me identifico en algo de esto con el grupo Mabel y los Inmaculados, donde Maby Salerno es actriz, canta y tiene una performance muy divertida.
- ¿No te parece, entonces, que ustedes serían performers?
-Sí. Creo que en Europa esto está más aceitado. Sobre todo porque las compañías de danza explotaron y no ves estrictamente una obra de danza. Ves bailarines, pero en realidad son perfomers, ya que hacen de todo: actuar, cantar, moverse. Además, se trabaja mucho con material personal, entonces, eso genera que eso que sale de uno sea súper orgánico. En teatro también podes rastrear obras que son muy orgánicas, pero, cuando hay un texto previo, es como que se pierden capas y el trabajo del actor está más recortado, aunque esto también es interesante y el actor se puede sentir más contenido.
-¿En Azukita! aparece algo de esto?
-Sí, aparece esa tensión. Mucha gente me dice que está bueno, porque no se sabe bien si es Tatiana que canta dentro de un grupo o es un personaje. Y yo digo: “¿que importa eso? ¿Qué importa si soy yo o el personaje? ¡A un cantante de una banda no le reclamás eso!”. La gente no va por la vida preguntándose si Gustavo Cerati es un personaje o es Cerati en escena. Es algo que en música está más instalado. Pero cuando aparece en una banda algo más de puesta, como un vestuario o dialoguitos en escena (como nos pasó en un show que hubo un bache, porque no andaba la computadora, tuvimos que improvisar y mucha gente nos dijo: “¡Ah! ¿Eso no estaba pautado?”), parece que en la mirada del espectador estuviera pautado buscar dramaturgia. Eso sucede con la gente de teatro. Con la gente de música pasa que se sorprende con lo más teatral y está más pendiente de si se canta o se toca bien. Pero es justamente este indefinible lo que a nosotros nos gusta.
- ¿Cómo surge en el espectáculo Re-genias. Diarios íntimos 1985-1997, el hecho de trabajar con material personal?
-Con Carla Crespo nos conocemos del estudio de Ricardo Bartis desde el ‘97. Verónica Schneck vino a ayudarnos con una mirada de dirección. En la época del Proyecto Museos, de Vivi Tellas en el Centro Cultural Ricardo Rojas, Federico León decide realizar el Museo Boezio. La idea que se trabajó allí era que el museo es la persona. Fue una de las primeras líneas donde una persona contó y mostró sus cosas. Para mí fue un pre-biodrama. Yo participé en este proyecto. Y en el work in progress que se hacía, la consigna era llevar material y objetos personales. Elegí llevar mi diario íntimo. Así que después de haber hecho esto y realizar una mirada creativa sobre ese objeto, tuve una distancia con ese material tan personal. En aquel momento había que hacer una mini puesta y llevé la película porno que me habían regalado mis compañeras de colegio a los 16 años. Además, llevé el diario de cuando tenía siete años y la puesta consistía en que leía el diario con la película detrás. Me gustaba la idea de competir con la película y ver con qué se colgaba más la gente a mirar, si con la porno o conmigo leyendo mis intimidades de chica. Esa escenita la guardé en mi cabeza y la volví a reflotar cuando hace dos años nos juntamos con Carla. Decidimos empezar por los diarios íntimos. Ella también había guardado todos sus diarios. Durante mucho tiempo el proceso de gestación del espectáculo fue seleccionar qué era lo más interesante del material de la otra. Un trabajo de edición. La idea nunca fue actuar los diarios sino leerlos. Nos parecía que era lo más coherente y orgánico con algo que fue escrito para ser leído y no para ser actuado. El desafío era leer y no aprendértelo nunca de memoria.
Ahí comenzaron a aparecer todas las asociaciones con el mundo de esa época.
-¿Y los discursos que toma la obra?
-El que cuenta Carla es el de un seminario sobre Jacques Lacan que habla de las mujeres, y el otro que cuento yo es el de La biopolítica de Britney Spears, de Diedrich Diederichsen. Los ponemos para que aparezca la distancia necesaria con el pasado y se sepa que somos nosotras, con nuestra edad actual, contando lo de nuestra infancia y adolescencia. Son chicas que tienen treinta y pico y fueron a la UBA. No queremos representar a aquellas que escribieron eso, sino leer aquello desde hoy. Por eso era importante mostrar en el espectáculo estos momentos.
-¿Por qué eligieron estos textos?
-Porque tienen que ver con la posición femenina y con pensar en chicas que devienen mujeres. Nos parecía interesante ver cómo Lacan pensaba la mujer. El texto de Britney hablaba del lugar de la mujer en la industria del pop y sobre los modelos femeninos y nosotras, justamente, estábamos hurgando sobre esto. Para mí los diarios son eso. El diario te lo regalan a los 13 años y te dicen: “…escribí lo que te pasa”. Como si para convertirte en mujer los devaneos sentimentales tuvieran que estar plasmados en un texto. Esto es rarísimo. Muchos hombres que vienen a ver el espectáculo nos dicen: “Nosotros no tenemos diarios”. Los que tienen diarios, por lo general, devinieron en escritores o algo relacionado con la escritura. Hay una paradoja en el diario y es ¿A quién le escribís? ¿A vos cuando seas grande?
-¿Te vas de viaje?
-Me voy siete meses a Bélgica a una ciudad que queda a 15 minutos de Bruselas, a trabajar con la compañía de Alain Plattel, que se llama Le Ballets C de La B, una compañía que tiene 20 años. Hay una cordobesa que trabaja con él hace mucho tiempo, que se llama Lisi Estaras, y la compañía le produce su primer espectáculo grande. Le Ballets C de la B produce un espectáculo cada dos años y en general, cada año, produce a un coreógrafo joven.
-Más allá de la afinidad con la compañía de Plattel. ¿Te vas específicamente porque podés vivir de eso?
-Obvio. Es otro sistema. El contrato lo firmé el año pasado. Organicé todo el año en función de esto. Por eso estrenamos Re-genias en este momento. Igual no es que me voy tipo trabajadora golondrina a ver qué pinta en Europa, sino que desde hace tres años me voy con un proyecto específico y con gente que me interesa mucho. Además, me pagan como si fuera (lo más parecido acá) el San Martín. Todo esto me pone en un lugar raro, porque yo nunca decidí vivir afuera. Esta es la vez que me voy más tiempo, siete meses, y ni siquiera conozco la ciudad donde voy a vivir. Pero siempre decido volver.
-¿Tenés formación en danza?
-No. Yo hice gimnasia deportiva desde los dos hasta los once años. Después lo colgué. Nunca me dio el cuerpo para competir, ya que siempre me gustó comer. Hice danza pero de manera muy intermitente. El año pasado entrené con Luciana Acuña y me sirvió para Re-genias. No tengo mucha disciplina, pero creo que me quedó algo de esto que hice de chica.
-¿Y la compañía te exige en este sentido?
-Sí, son muy exigentes, pero yo voy en calidad de actriz y eso está clarísimo. Tal vez tenga que bailar, pero seré una actriz que baila, como soy en Azukita! o en Re-genias.. Se pone en juego el arte coreográfico, si se quiere. Eso es lo que me alucina de la línea alemana y en general de la europea: la coreografía como dramaturgia. No tiene que ver meramente con el virtuosismo de los que bailan, sino con coreografiar los movimientos, las acciones, etc. Es el arte de las combinaciones.
-¿Y cómo siguen Azukita!y Re– genias con esta lejanía?
-Con Azukita! muy probablemente toquemos en Berlín, ya que tenemos la suerte de que Santiago se vaya por cuatro meses a realizar un trabajo allí y de que Min Ko tenía planeado hace mucho tiempo irse de viaje de mochila a Europa. Así que, muy probablemente, toquemos en julio allí. Estamos viendo puntas de lugares.
Lo que deseamos es mantener el grupo vivo, ya que no nos corre nadie, no tenemos contrato con una discográfica. Así que la idea es esa. Para el nivel de estructura de vida que tenemos los tres, la idea es que esté vivo el grupo más allá de las idas y venidas que nos toca a cada uno en su vida personal. La gente que entra a la página nuestra de Internet nos vio hace mucho y ya sabe que somos una especie de on-off. Es lo que podemos hacer por ahora, concretamente, y a mí me gusta sentir que en esto no hay presión.
Con Re-genias tenemos la idea de poder montarla en septiembre para esta especie de off FIBA, si consigo que me paguen un pasaje de vuelta y, por supuesto, reestrenaremos en abril del año que viene.
-¿Alguna vez se plantearon dedicarse más a la banda y dejar un poco de lado los otros proyectos?
-Sí, pero todavía no sucedió. Porque no pasa, desde hace tres años, que estemos los tres juntos, más de seis meses en Buenos Aires. Es muy raro, pero bueno, tiene que ver también con la situación de la Argentina. Porque además de los proyectos que uno tiene, hay otras cosas de las que uno vive y siempre eso termina siendo prioridad. Es la historia de todos los grupos de teatro y música que se encuentren en este nivel.
Pero ocurre algo con la música y es que ésta constituye una industria y el teatro no. Toda la calle Corrientes y los teatros comerciales o los que están en el borde alternativo-comercial, no constituyen una industria teatral. En música, si ingresás a un circuito línea A, rápidamente entrás en una discográfica y sacás un disco. Es el camino que hizo Miranda. No es que digamos que no a eso, pero por ahora, no es el objetivo, ni a corto ni a mediano plazo. Si sucede, sucede. Si nos llegara a tomar tanto este proyecto como para vivir de él, se verá si cubre con lo que cada uno desea hacer dentro de Azukita!¡Quién sabe!