Sábado, 03 de Enero de 2015
Sábado, 29 de Septiembre de 2001

Un cuerpo que besa

El grupo Krapp reestreno el espectáculo No me besabas? en el teatro del Sur, y una vez más, en nuestra Historia del Arte, que mucho ha ido y venido, podemos escabullirnos en interrogantes a cerca del estatuto de la obra artística: ¿Es danza? ¿Es teatro? ¿Ambas separadas? ¿juntas? ¿Danza/ teatro? Pero mucho cuidado hay que tener con estas clasificaciones, porque cada disciplina cuenta con lo suyo. Las leyes que construyen la autonomía de las disciplinas funcionan como puntos clave para definir el "ser" y el "no ser" del arte. Y si bien es cierto que la danza siempre se mostró muy necesitada del resto de las artes para justificarse (con la música es muy claro, pero también se intentó, en el siglo XVIII, explicar la danza a través de "cuadros" en movimiento), la danza a esta altura de los acontecimientos merece una nueva reflexión. A mi parecer No me besabas? es un espectáculo de danza. El tema es que actualmente la danza ha ampliado su campo y el compromiso expresivo que se planteó en los inicios de la danza moderna ahora llega a su mayor esplendor. Para hacer un análisis exhaustivo relacionado a los límites difusos entre la danza y el teatro se debería tomar un corpus de obras contemporáneas que presenten estas dificultades en cuanto a la "clasificación", luego ver los elementos en común que responden a una y otra disciplina, y por último ver como se resignifican los procedimientos más complejos, es decir, tratar de entender por qué eso que vemos y que nos cuesta "autonomizar" es danza o es teatro. Y en esa problemática ver cuales son los mecanismos que nos permiten hablar de una disciplina o de otra...Pero como este no es el lugar para semejante investigación, y como además esta no es una inquietud que me desborde, partiremos de decir que No me besabas? es una obra de arte, y que además, arriesgando una opinión personal, es danza, puramente danza. Comienza la obra y algo queda muy claro desde el inicio: El escenario vacío, despojado de elementos no vivientes, priorizará un solo tipo de sustancia: El cuerpo. Sin embargo, y más allá de que los que danzan sean bailarines, el cuerpo que aparece aquí no es simplemente el cuerpo habilidoso, etéreo y geométrico del bailarín. En esta puesta se hace especial énfasis en un cuerpo de bailarín que siente –y que por eso besa- y que puede ser motor de sentimientos profundos. Una de las más dominantes sensaciones que sobrevuelan la escena es la violencia. Los cuerpos –que además de besar, escupen- se relacionan a partir de una danza quebrada que los evidencia en un estado más allá de la forma (sin dejar de ser forma). Los movimientos (junto con el vestuario que reafirma esta decisión) nos muestran una "modernidad" ascética, despojada pero densa a la vez, atravesada por una dinámica entre el poder, la fuerza, la violencia y el amor. Y justamente, en medio de todo el vértigo, parece una decisión haber dejado un ínfimo lugar de esperanza: el rincón donde el cuerpo cansado del bailarín decide parar su danza para entregarse a las caricias eróticas del otro que baila. Y en el reconocimiento de la otredad de los cuerpos actuales, los gestos sociales y sexuales no son construidos desde un ingenuo romanticismo: Es decir: Nos acariciamos, pero casi no hay tiempo para eso. Cierto automatismo –"moderno"- tiñe el movimiento y lo deja en el medio de la esperanza de un encuentro, y la desilusión de haber perdido todo en la velocidad. La música (ejecutada por músicos en escena–actores-), por su lado, permite frenar la turbulencia, y les entrega a los bailarines un momento para lanzarse al espacio del suelo (elemento clave en la danza), regalarle a la gravedad unos instantes de lucha, quitar las blusas de los cuerpos, y preguntarse, si alguna vez, o si ahora, o si siempre, habrá lugar para el amor. En este momento las luces también colaboran con esa sensación que provoca el acto de desnudar los torsos y entregarse a la tierra. Dos elementos parecerían reafirmar el avance de la danza sobre el teatro en este espectáculo: - Por un lado, da la sensación que se esta "experimentando" con el cuerpo del bailarín propiamente. Quiero decir: Cuando el bailarín habla (aquí algunos pedirían que empiece a hablar de "personaje teatral" ya que pronuncia un texto) es nada más ni nada menos que un bailarín que habla, y justamente nos plantea algo muy simple en su decir: Por un lado "explica" lo que los demás hacen, y pide que repitan los pasos de un modo diferente, con un carácter diferente. Esto ya tiene una carga de crítica histórica casi irónica: ¿Quién entiende el argumento de la danza? ¿Importa? Si no conocemos el argumento de las obras balletísticas ¿podemos entender todo lo que sucede? Y parecería que aquí, luego de tantos tumultos teóricos e históricos, el bailarín dice, "yo voy a explicarles para que no les queden dudas, pero en realidad, aquí no hay más que pasos" sin embargo, y en plena paradoja, lo que pide el bailarín que "habla" es que le agreguen a los pasos un tipo de "expresión" diferente. Otro elemento central es que la voz del bailarín se torna representante de una gran confesión: el bailarín se muestra ante su público con unas palabras que lo develan como "cuerpo cansado", casi falto de aire. Este es otro presupuesto quebrado. Si antes el cansancio debía ocultarse detrás del cuerpo desafectado del bailarín que todo lo puede, aquí está muy bien venido. - El otro elemento que reafirma como danza este espectáculo, es la diferencia de código que aparece entre los actores –los músicos Fernando Tur y Gabriel Almendros, y Edgardo Castro -actor- y los bailarines –Luciana Acuña, Luis Biasotto y Gabriela Caretti- que también son actores (y esto seguramente los hace mucho más atractivos que otros bailarines), pero que aquí se diferencian del resto del grupo, porque son "bailarines que besan", es decir, bailarines que se atreven a mostrar la carne, el deseo, el cansancio, la violencia. Los momentos de silencio (pausas) del principio, cuando la danza violenta recién comienza, también merecen una reflexión. La idea de que el movimiento siempre es "moverse" queda refutada una vez más. Los cuerpos corren, se enciman, se montan, se cruzan, se chocan, bailan, con la brusquedad de sus tiempos, y en medio y cada tanto, el fluir se retiene en el espacio como un instante inmóvil. El movimiento pasa por adentro del cuerpo, y desde ahí se construye y se materializa. Es ahí cuando el silencio nos sirve de lupa: la pausa nos deja ver que el cuerpo del bailarín respira, y que eso ya es demasiado importante. Solo este instante nos sirve para pensar el mundo, la materia, lo que tiene carne, lo que tiene vida, lo que se mueve afuera, en el espacio, lo que sucede adentro, en lo más profundo y en lo más elemental: un espacio más acá de las fronteras del cuerpo. No me besabas?, la danza de un cuerpo con marcas, que se sumerge en el movimiento actual, que lo investiga, pero que luego lo resignifica y lo construye, volviéndolo un movimiento estético. Una danza que acaricia, que patea, que desea, que odia, que besa. La danza que queremos ver.
Publicado en: Críticas

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