Domingo, 04 de Enero de 2015
Martes, 23 de Junio de 2009

Particularidad de los ramos generales

Por Ale Cosin | Espectáculo Ramos Generales

No es contemporáneo quien cree que repitiendo o haciendo eco de todo lo que circula en su época evita ser tildado de clásico. Es contemporáneo quien percibe el presente con las sombras -una luz oculta- del presente, luz irresoluta que no llega del futuro si no del pasado. No lo aventuro yo, sino un filósofo italiano, Giorgio Agamben, quien pone a prueba todas las supuestas seguridades de quienes viven como si estuvieran más allá de su época, y sin embargo no pueden verla (ver nota).

Mónica Fracchia, quien fuera bailarina de la compañía del San Martín desde 1977 hasta 1988, coreografiando, también, para ésta cuatro obras, hoy dirige su propia compañía: Castadiva, y entiende el arte contemporáneo sin negar su pasado, pero dándose el gusto de versionarlo, revisitarlo y de aprovechar lo mucho recorrido, para hacerlo vivir -y no revivir, puesto que nunca lo mató- en montajes jóvenes, frescos, reverentes, pero plenos de humor y ternura, prudentes pero bailados con riesgo y maestría, delicados y al mismo tiempo posmodernos. Parece darse el gusto de hacer obras casi políticamente incorrectas, con elegante respeto por sus maestros (de ballet o de danza teatro), por las técnicas de sus bailarines, muchos de ellos alumnos del Taller de Danza Contemporánea del San Martín (depurados, excelentes), y por sí misma, al no pretender ser más moderna que los modernos. Finalmente: con respeto hacia el público. Con tanta honestidad, que es irrefutable.
Si usted no estuviera leyendo esto y fuera a ver sus obras, no daría crédito de su edad. O tal vez sí, por la forma de organizar sus escenas, de disponer a sus bailarines en dúos, grupos, coros, solos... Sin embargo, lo hace de tal forma, cuidando los detalles más pequeños, que no nos resulta reiterativa o anticuada. Su reflexión sobre el diseño es clara.
En estos días está mostrando su última obra con Castadiva, Ramos generales, en un galpón reciclado que funciona como club de tango, milonga y espacio de clases, o sea, en un espacio no tradicional para la danza contemporánea. El equipo de bailarines súper entrenados (y entregados) aprovecha el espacio enorme para desplegar los "cachivaches". Un conjunto de electrodomésticos es la escenografía móvil que dará niveles, laberintos, afores... Ellos, los muchachos y muchachas -Glenda Casaretto, María Celeste Martín, Ilana Schvetz, Hernán Nocioni, Alexis Ledesma, Ramón Salina, Sergio Villalba, Eduardo Virasoro, Lucas Flores, Micaela Quesada, Jimena Vizetti, Chantal Fernandez Crea, Nicolás Minolitti- vestidos de fiesta, no sólo bailarán (sí: danzan sin parar a lo largo de la hora que dura el espectáculo), sino que a veces lo harán traduciendo en movimiento los acordes de grandes compositores, como sucede con el Ave María, de Franz Schubert o con Una furtiva lágrima, de Gaetano Donizetti; otras acompañándose con sus propias palmas; y, por momentos, cantando ellos sorpresivas canciones infantiles de campamento y hasta una serie de hipos, estornudos y tosidos. Así dicho parece un pastiche, pero no lo es. Dado que el objetivo no es pretencioso, no hay necesidad de simular nada en absoluto, ni de exhibir ninguna declaración previa que hable de alguna gran teoría intelectual que el espectador deba dilucidar. El espectáculo no es otra cosa que una serie de juegos, de deseos resueltos en la danza, en el espacio y entre los bailarines. Sólo eso, ¿qué más? Tan disfrutable como simple.

Publicado en: Críticas

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