Martes, 10 de Febrero de 2004
Asesinos por naturaleza
Debe haber pocas tareas más complejas para un teatrista argentino que realizar una comedia cuya temática ronda cuestiones de la última dictadura militar.
Luego de un proceso de tres años, la banda de teatro Los Macocos ha llegado a buen ‘muelle’ a bordo de un texto de Alejandro Acobino.
Continente Viril entrelaza a cuatro personajes en una decadente base argentina en la Antártida: un científico con ambición de prestigio; un coronel a punto de retirarse, amigo del buen whisky -y del malo también- (asociaciones con personajes tristemente célebres de nuestra historia resultarán apropiadas); un empleado público confinado misteriosamente a la base e imbuido en un misticismo rayano a la locura; un sargento cuyas características distintivas serán el amor por el mate y el acatamiento de todas las disposiciones que propala su superior.
La llegada del científico a la base altera la cotidianeidad de todos los implicados (inclusive la del público), pero no es eso lo que queda en primer plano sino todos los develamientos que ese hecho produce.
Sosnowski (Martín Zalazar) aglutina en su figura los hallazgos y desaciertos del campo científico de nuestro país: aventurero, estudioso y apasionado por su tarea, egocéntrico, soberbio, burgués hasta la médula, desentendido de cualquier concepto de identidad (no se reconoce judío ni está al tanto de la guerra de las Malvinas), despectivo con los otros habitantes de la base, se ve forzado a despertar de su sueño triunfalista cuando, a poco de haber llegado, se le informa que su presupuesto ha sido recortado.
Perrupato (Gabriel Wolf), un burócrata obsecuente ocupado en funciones administrativas: cuando la cosa se pone difícil opta por mirar para otro lado o participa resignado permitiendo todo tipo de faltas éticas y vejámenes. Un pobre infeliz que puede poner en riesgo a cualquiera que lo rodee.
El Sargento Benítez (Daniel Casablanca), acaso el vivo retrato de la obediencia debida (jamás cuestiona las órdenes que recibe: no distingue entre arreglar una gotera y torturar a un individuo), simpático y trabajador, proviene de la provincia de Corrientes; podría ser definido como un perverso cuasi inconsciente.
Meléndez (Marcelo Xicarts), un coronel como tantos otros: cobarde, ventajero, nacionalista al tiempo que también corrupto; no ve la hora de abandonar la base que ha convertido en su pequeño –y decadente- reino.
El espacio que los contiene es una extraña construcción de maderas enclenques a punto de desmoronarse, equipada con un botiquín (que guarda instrumentos de tortura... ¿ya en desuso?), un tocadiscos y una radio que fallan a menudo, una mesa con la clásica máquina de escribir –territorio de Perrupato, el empleado público-.
El texto de Acobino (adaptado por Los Macocos) realiza una pintura de los rasgos más aborrecibles del ser nacional. El grupo continúa con su tradición interpretativa ligada a diversas técnicas como el clown, la improvisación y el grotesco cómico.
Los diseños artísticos (vestuario, banda sonora, iluminación, escenografía y utilería) son poco estridentes, casi despojados, ayudando así a resaltar las contradicciones y vivencias de aquellos individuos.
El programa de mano reza “Los invitamos a recorrer [...] un mapa siniestramente familiar...”. Sumarse a esa aventura no resultará tarea fácil pues obliga a toparse bien de cerca con rasgos oscuros de nuestra historia.
El teatro argentino tiene una larga tradición en indagar y trabajar sobre la identidad, con Continente Viril Los Macocos se suman a ese legado alcanzando una mayoría de edad similar a la que ansía nuestra sociedad que sigue reclamando memoria y justicia.
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