Domingo, 27 de Mayo de 2001
La incomprensible brevedad
Breve teología para loco esta montada en el tercer piso de La fabrica ciudad cultural. En un espacio muy amplio, solo dos grupos de gradas y una hilera de sillas demarcan el espacio semicircular de la puesta.
Al ingresar a este espacio, la inmensidad de lo que parece ser un gran galpón nos sorprende. Somos varios pares de ojos que observan la variedad de objetos y cajas que no pertenecen a la escena pero que están ahí y su presencia no puede negarse. Los pisos gastados del trajín diurno de los trabajadores de IMPA, nos dicen todo el tiempo que estamos en una fábrica.
Hoy IMPA es una cooperativa de trabajadores del aluminio que conviven con el Centro Cultural La Fábrica Ciudad Cultural. A pesar de no ser un espacio previsto para espectáculos, un aire teatral impregna el ambiente, luces tenues, sonidos que emergen de lugares remotos y el resonar de murmullos de espectadores.
Mientras esperamos a que se completen las gradas leemos en el programa de mano una introducción a la obra que nos ofrece Luis González Bruno, dramaturgo, director y actor en Breve Teología..., (ver en obras).
Avidos de saber de que se trata leemos un breve texto donde se habla de: preguntas sin respuestas, indecisiones, elecciones, destino, azar, consecuencias grabadas en el cuerpo, la vida, la muerte, el movimiento, etc. Esto no nos deja muy tranquilos y seguimos indagando mientras los últimos espectadores se ubican. Repetimos una y otra vez, ¿Breve teología para locos?. La Teología es una ciencia que trata sobre Dios y el hombre, mediante la fe o la razón; breve es corto y loco es loco. ¿Hablará sobre Dios?.
La escenografía no nos ayuda a atar cabos, hay libros y biblioratos en el piso y una gran estructura de caños, en forma de gran cajón, llena de papel y carpetas.
Desde que entramos, un pulso marca el tiempo, un ruido de fábrica, metálico y constante, con una cadencia un tanto lenta, es un sonido que estará solo al principio y al final de la obra pero parece quedar resonando en el aire.
Las luces bajan, el pulso cesa y comienza la obra.
Son tres los actores que juegan en escena, sumándose sobre el final la aparición de Luis González Bruno como el Sr. Kit.
La puesta se desarrolla a un ritmo monocorde y con el pasar del tiempo este parece dilatarse cada vez más. Nada insinúa perturbar la monotonía, mientras las actuaciones se desarrollan sobre un mismo matiz. Solo Lisa (Bibiana Aflalo) tiene unos instantes de arranques súbitos que nos movilizan y sacan de este estado. Por su parte, tanto Greene (Pablo Caramelo) como Nashe (Analía Aristegui) mantienen durante toda la obra una misma actitud: están al servicio del Sr. Kit, responden a sus pedidos, llevan y traen un carro mientras manipulan a Lisa que parece ser un animalito de laboratorio sobre el que experimenta el Sr. Kit.
El espacio, el tiempo y el texto han tomado la obra por asalto ocupando los lugares protagónicos. Pero esto no beneficia a la obra.
La inmensidad del espacio y los limites escenográficos indefinidos que propone la puesta, generan mayor incertidumbre y potencian los momentos muertos que se perciben desde la actuación. Esta propuesta espacial no logra contener o amparar a los actores que por momentos quedan perdidos en escena.
El texto parece ser la herramienta que utilizan los actores para llenar este espacio, ofreciendo a los espectadores un texto en exceso largo y repetitivo. Esta claro que se intenta jugar con los recursos que actualmente utiliza la nueva dramaturgia: no explicar todo, dar cosas por entendidas, jugar con el lenguaje y llenar el texto de metáforas. Pero lograr esta forma tiene un alto riesgo: caer en un hermetismo incomprensible. Breve Teología... queda atrapada allí, donde parece que se nos quiere hablar de algo pero se elude el tema, o se lo metaforiza tanto que se nos aleja.
Finalmente, estas fallas se depositan en un tiempo extendido y dilatado donde las escenas están cargadas de palabras.
La puesta propone algunos recursos interesantes pero la forma en que están utilizados hace que pierdan potencia al no cumplir una función dramática que les otorgue sentido.
Tanto el juego de los actores trepados a la estructura de hierro, como el momento donde Liza es colgada de un arnés, aparecen arbitrariamente, no tienen continuidad en la obra y fundamentalmente no generan ningún juego o imagen que desencadene conflictos o cierre ideas o abra interrogantes, es decir, ninguno logra potenciar dramáticamente la obra.
La estructura de hierro, en el fondo de la escena pierde función, quedando durante toda la obra inclinada sobre dos de sus cuatro patas, sostenida por una soga a modo de tensor, haciendo equilibrio. ¿Para qué? No queda claro, quizás para decirnos metafóricamente que estamos desestabilizados, pero tanta metáfora vuelve el sentido tan obvio que lo anula.
Algo similar sucede cuando a Lisa se la cuelga del arnés en el medio de la escena. ¿Para qué? ¿Por qué?. Seguimos sin comprender. Lisa queda suspendida a un metro del piso, altura que lograría subida a una mesa, por ejemplo. Y el texto que dice desde allí no modifica nada, ni en la actriz, ni en el personaje, ni en la escena.
Finalmente, la voz en off del Sr. Kit (Luis González Bruno) que dialoga durante toda la obra con los personajes, aparece sobre el final, de carne y hueso en escena, y nada cambia, lo monocorde permanece y es otro recurso que desaparece.
Breve teología... tiene fallas que no se logran superar en el transcurso de la obra.
La falencia parece situarse en la dirección. La obra no tiene ritmo, los personajes no terminan de definirse, los recursos utilizados en la puesta se anulan, no se desarrollan pequeños momentos que se consiguen generar, sino todo lo contrario, se nos distancia al agotar nuestra capacidad de escucha y de esfuerzo por comprender “de que se esta hablando”.
Vale aclara, que lo monocorde y el hecho de que no pase nada en escena no esta funcionando como un recurso que potencie dramáticamente la obra, no esta buscado con la intensión de generar esto, simplemente esta allí y se impone de tal forma que termina apocando la obra, sumado a que era la función de estreno y los nervios jugaron malas pasadas.
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