Miércoles, 06 de Septiembre de 2000
Imágenes que valen mas que mil palabras
¿Cómo hablar del horror? ¿Cómo pronunciar lo indecible? ¿Cómo expresar lo que no parece hecho por los hombres? Quizás Javier Margulis se haya planteado algunos de estos interrogantes a la hora de llevar a escena El Experimento Damanthal, basado en fragmentos de la supuesta biografía del Alfred Damanthal (1843- ?). Un científico alemán que investigó y experimento sobre el sistema nervioso en seres humanos vivos.
Este espectáculo es el resultado de la búsqueda de una metáfora potente que desestructurase la mirada pasiva del espectador frente a la costumbre del horror de lo cotidiano. La obra de escaso texto, donde los actores nunca hablan en escena, salvo con sus cuerpos, elabora toda una serie de imágenes fragmentadas. Estas, ensambladas por la luz que funde a negro para dar paso a nuevas imágenes (como en un film) nunca pierden progresión dramática. Los fragmentos dispuestos en un orden determinado, lejos de independizarse unos de otros logran encastrar construyendo un todo. De esta forma, el relato, va dejando al descubierto el horror, (en palabras del director) la crueldad de la especie.La “Imagen en Escena”, comenta Javier Margulis, es un lenguaje complejo, entramado de todos aquellos lenguajes perceptibles que generan a partir de su fusión la posibilidad de un nuevo discurso. A diferencia de Damanthal, que en el campo de la ciencia privilegia el fin por sobre el medio, el director del Experimento... privilegia el medio teatral por sobre el fin. Experimentar e investigar para este hombre de teatro parecería ser explorar la “condición humana” pero desde el ámbito artístico, como así también ahondar en el propio lenguaje teatral. Es así como en esta puesta logra construir una verdadera maquinaria teatral donde el actor junto al resto de los sistemas significantes (iluminación, música, escenografía, etc.) funcionan a modo de engranajes, conformando una totalidad. En ella no hay “protagonismos”, cada pieza se vuelve fundamental para llevar adelante el espectáculo. Las imágenes se suceden sin continuidad aparente, los actores se mueven en cámara lenta, entre ventanas vemos libros que respiran, que sangran, cuerpos fragmentados, manos, rostros heridos. Además se repiten imágenes o secuencias de movimientos. Quizá al repetir no se escapen fugazmente, quizá este recurso ayude al espectador a encontrar un nuevo sentido, como cuando uno mira un video y rebobina y rebobina para ver la misma escena.
Un montaje por corte donde la continuidad no importa. Con el cual se busca conmover, enfrentar, movilizar al espectador en esa butaca tan próxima al escenario. Por eso no es casual que el público esté tan cerca, es necesaria esa proximidad para ingresar al cosmos casi onírico que nos propone el director. Asistir al experimento Damanthal es entrar en un universo que
prepara su propio terreno para el despliegue metafórico. Esta experiencia requiere de nosotros, observadores, toda nuestra atención.
En definitiva, una reflexión ética y estética que más allá de la ficción o el documental se vuelve fundamental en estos tiempos posmodernos.
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