Lunes, 05 de Enero de 2015
Miércoles, 07 de Marzo de 2001

Un mundo sin desplegar

Por Eleonora Menutti | Espectáculo Querido Walt
De por sí, querer llevar poemas a escena es una empresa algo complicada que no siempre depara éxitos. A diferencia del drama (acción), la poesía está hecha para ser leída o recitada y no dramatizada. Pero si este último es el deseo...; ¿Cómo convertir a la poesía en una obra dramática, que desarrolle una acción y que pueda ser llevada a escena?. Seguramente, primero ha de entenderse el sentido de esa poesía. Comprender, qué nos quiere transmitir la combinación peculiar de esas palabras se vuelve fundamental para este propósito. Segundo, puede ser, –¿ por qué no?– descubrir qué es lo que queremos decir a través de las palabras de otro, (en este caso el poeta). Y por último –seguramente me he salteado alguna etapa, sepan disculpar el olvido–, crear una estructura dramática (un nuevo sentido) con todo el material que se quiera trabajar. Es decir, una estructura que desarrolle “una” acción. En el caso de Querido Walt de Sergio Oviedo, (versión libre basada en “Hojas de hierba”, de Walt Whitman) carece de esta estructura. El texto espectacular no lleva adelante ninguna acción sino que parece ser la repetición de un orden determinado de los poemas. Es por eso que no sabemos a quién le habla el único personaje de la obra que figura encarnar al propio Whitman. ¿Nos habla a nosotros, espectadores?. ¿Se habla a sí mismo?. ¿Cuáles son las circunstancias, el por qué o el motor que hace hablar a este sujeto? Aunque invisibles a los espectadores es importante responder estas preguntas para que el actor emita los textos (“emita” es una manera de decir). Este “mundo referencial”, da la sensación de no haber sido creado en la obra y es por eso que los textos de Oviedo proceden de un vacío que ni los excesivos movimientos ni el despliegue gestual del actor logran llenar de sentido. El trabajo corporal ilustra y describe el texto, sin enriquecer la poesía de Whitman, que de por sí es bastante sencilla. Vuelve obvio el sentido de la poesía y la cristaliza. Tampoco el espacio, trabajado con dos frentes, beneficia a la propuesta. El actor se ve obligado a desplazarse de un lado a otro buscando la atención del público, lo cual termina por dispersarnos de lo importante. Me pregunto, ¿qué es lo importante?. En todo caso la coreografía no lo es. Si interpretar, es desplegar un mundo al que se hace referencia, da la impresión que en esta obra no se ha interpretado dramáticamente el mundo propuesto por Whitman. O, en todo caso, no se ha creado aquello sobre lo que se dice el sentido: “la referencia”. Al no estar esto resuelto desde un principio, lo que sucede es que el espectador no logra comprender los cambios de estado del personaje. Justamente, los enlaces de un poema a otro, están marcados por esos cambios que, al no entenderse, terminan por develar una decisión arbitraria de puesta en escena. La dirección en este sentido no acierta y deja que el trabajo actoral se ubique por encima del nivel de historia. Entonces terminamos viendo los esfuerzos técnicos de un actor por querer captar la atención de su público. Interacciona con los espectadores hablándoles uno por uno, los incita responder, incluso los toma de las manos mientras les dice esas bellas palabras. Creo ver en, Querido Walt, una búsqueda de sentido inconclusa, una utilización denotativa de los sistemas sígnicos que no contribuye a generar una nueva metáfora de la metáfora de la que parte: Hojas de Hierba. No nos olvidemos que el teatro existe porque el que lo practica tiene una necesidad imperiosa, o la simple intención de comunicar algo: un determinado sentido. Y debería ser nuestra intención organizar los códigos, durante el proceso de producción de sentido, en función de la acción dramática. Porque de acción se trata el teatro. De otra forma no existiría.
Publicado en: Críticas

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