Jueves, 01 de Enero de 2015
Jueves, 17 de Agosto de 2000

La resistencia y la acción

En Penas sin Importancia el punto de partida es El Tío Vania de Chéjov. La autora rescata algunos de sus personajes, algo de la trama; y lo sumerge dentro del mundo trivial y cotidiano de Rita y Pepe (un joven matrimonio de lo años ochenta). El tiempo, la conciencia y el espacio se trastocan para construir un universo ambiguo. En este juego de dobles, la historia ajena es la propia. O, mejor dicho, puede ser la propia. En este punto uno se encuentra con lo verdaderamente interesante. Gambaro toma a Chéjov para contar otra cosa. Incluso para confrontar ideológicamente con el autor ruso. Los personajes chejovianos son víctimas y victimarios de su inacción. Sus pensamientos anhelos y deseos están a la deriva. Los personajes gambarianos no necesariamente. La poética de Griselda Gambaro es muy difícil de encasillar. (Y, paradójicamente, fue la autora teatral a la que más rótulos se le asignaron). Ni absurda, ni realista, ni grotesca, es una autora exquisitamente personal y con un muy particular sentido del humor. Se maneja con una libertad (y una honestidad intelectual) que le permite utilizar procedimientos expresionistas para reconciliarse con el realismo. Este es uno de los grandes valores de Penas sin Importancia. La obra nos revela que en las pequeñas grandes cosas pueden esconderse algunos retazos de felicidad, y que lo cotidiano puede ser un buen refugio para poner en funcionamiento nuestra resistencia. Aquí radica la diferencia con Chéjov. Sus personajes están condenados. Los de Gambaro aún pueden salvarse. La ambigüedad, en Gambaro, es el elemento organizador. Esta ambigüedad, no le permite brindar una mirada unidireccional, única, trivial y dogmática. Y es lo que le posibilita tejer cierto manto de piedad sobre sus personajes. La obra se configura como un laberinto espejado, por dónde circulan la pasión, la ausencia de deseo, lo cotidiano, la felicidad, el trabajo y el fracaso. La imagen que nos devuelve este universo doble y ficcional es devastadora. La comunicación es ineficaz. El deseo es ineficaz. La ficción que entendemos como realidad es tan atroz y desoladora como la ficción de la representación. No solo los personaje de El Tío Vania son fantasmas a la deriva. Para la autora todos somos fantasmas a la deriva, que solo podremos salvarnos del infierno con una acción (quizá cotidiana, quizá individual, quizá revolucionaria) que nos permita romper con el destino. Penas sin Importancia es una metáfora simple y demoledora. La acción sobre lo cotidiano es el único lugar donde podría ocultase la felicidad. Claro está que sobre esto tampoco hay certezas. En este universo nada resulta transparente y la única verdad posible es la que surge de la ficcionalidad y la mentira. En esta puesta la directora Teresa Sarrail, ayudada por el trabajo dramaturgístico de Sandra Torlucci y Yamila Volnovich, intenta explorar este rico y complejo universo.
Publicado en: Críticas

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