Un grupito de intérpretes maravillosos no alcanza para sostener el vacío. Un pasado de gloria, una verdadera revolución escénica, la creación de un lenguaje estético verdaderamente original y transgresor, no sostienen cualquier cosa en el presente. ¿Cómo se hace para reciclarse con creatividad? ¿Qué debe hacerse para desarrollar una poética después de tocar el clímax?, ¿sí o sí se cae pesadamente en el refrito caprichoso? Bueno, y ¿por qué no?
Soy de las que ha cruzado a través de la historia contemporánea de las artes escénicas en la ciudad, desde el renacer ochentista, la instrospección noventista, el todo-vale (la instalación de los híbridos) los dosmil, hasta hoy, que el posmodernismo ya es demodé. Por esto, fluctúo entre la renovada sorpresa, porque tengo la capacidad de no empantanar los caminos de mi pensamiento, hasta el enojo, porque tengo la percepción y la sensibilidad siempre jóvenes.
Es ridículo, a estas alturas de la historia de la crítica, aclarar que uno no hace más que reflexionar sobre la obra presenciada y no sobre los individuos tal que personas con una vida fuera de los escenarios. Por las dudas.... Listo.
La reflexión que surge a partir de la obra Random tiene dos puntos de partida: uno se remonta a la trayectoria revolucionaria de El Descueve, y otro a la puesta en escena de una serie de estéticas o poéticas traídas desde otras artes o desde conceptos teóricos de las ciencias sociales.
Partiendo desde el primer punto, sólo algunas palabras y otros tantos links. El rompimiento de esquemas estancos de montaje de la danza contemporánea dominantes en Argentina hasta los ’80, llevado a cabo por el grupo El Descueve, es indiscutible y muy loable. Y esa herencia se siente hasta hoy en enorme cantidad de creadores. La cuestión es si sus protagonistas, como es el caso de Carlos Casella, pueden seguir trabajando y de qué manera con esa carga de éxito, o si el peso se traduce en recurrencia, en carencia de relecturas, en monotemas. Mujeres de largos cabellos semidesnudas en posiciones eróticas insatisfechas, balanceándose entre la debilidad y la dominación de hombres fuertes, un poco torpes, un poco brutos, un poco simples, muy pollerudos. Y mucho glamour de club nocturno VIP.
Desde el otro punto que traigo en cuestión, Random pisa (¿homenajea?, ¿cita?) una serie de estéticas y conceptos posmodernos. Desde Devid Lynch hasta Invasión V, desde Star Wars hasta el collage de sonidos clásicos y populares o del plástico con materiales nobles. La pregunta que queda flotando, literalmente, es ¿por qué? Porque es entretenido, porque es lindo, porque es cool, porque a los amigos les gusta, porque las chicas se asemejan a modelos de revistas europeas, porque todos esperan que el “bueno” se saque la capucha y sea además, un adonis... ¿Por qué? Para apelar a la sensibilidad cada vez menos pacata de la sociedad argentina. ¿Será eso?
En cualquier caso, ¿qué importa? No hacen ningún mal. El programa aclara que es un espectáculo. No está implícito que debe desalinear. Y quizá esta propuesta, del status quo instalado y desafiante desde esa cristalización, sea una manera de provocar. Creo que lo mejor es ir a verlo, y opinar.