Viernes, 02 de Enero de 2015
Viernes, 05 de Noviembre de 2010

Circundar: ceñir, envolver, bordear, abrazar

Circunduce... demuestra, al menos, dos cosas: una es que por suerte el arte es el reino del extrañamiento. A veces cuando no hay arte no se produce el advenimiento de lo extraño y nos encontramos con representaciones de la realidad o algunas buenas interpretaciones cómodas; pero otras veces se nos presenta en esplendor y se mezclan las sensaciones y las desconocemos, no alcanzamos a hilar rápidos juicios, se escapan las explicaciones, somos sorprendidos, extasiados, emocionados, y nos encontramos con las armas de la inteligencia cognitiva desacomodadas. Un placer: tenemos harto para pensar, imaginar, repensar y desear. Entonces la otredad no nos resulta un horror, apreciamos la diversidad, no tememos tener que enfrentarnos a elecciones entre objetos y objetivos diferentes o desconocidos. La cotidianidad se desestructura por un rato. ¡Aplausos largos a posteriori!

La otra cuestión que demuestra esta obra -estamos acotando- es que la danza contemporánea no empezó en los '90. Decimos: la danza contemporánea no la inventaron los coreógrafos nacidos en los '80, ni siquiera antes. Y algo más: las danzas se nutren de todas las danzas. La maravilla del lenguaje corporal es que no tiene que respetar ninguna semántica. Más aplausos.
Circunduce una reunión es una pieza de danza, esencialmente, aunque se combinan acertadamente todos los lenguajes de artes temporales (danza, música, teatro, performance). Nace de una cadena de referencias o de intertextualidades que se hacen evidentes en escena por varios motivos, pero el principal es que los bailarines-coreógrafos son antiguos valores de las danzas locales (clásicos, modernos, contemporáneos, jazzeros). Los músicos ejecutantes pertenecen no sólo a varias generaciones anteriores, sino que son músicos de academia que tocan desde guitarra eléctrica, batería, hasta clarinete y chelo, pasando por un pedazo de metal viejo que sirve de elemento percusivo. Y los directores, es decir el compositor y el coreógrafo y director general; forman parte de la generación intermedia y provienen de formaciones absolutamente eclécticas. Hasta acá éstos parecen estamentos separados, pero debemos agregar que los músicos bailan, los directores están en escena y dan pautas, y los bailarines dialogan hacia el público y cantan. No nos aventuramos a decir que podría haber sido un zafarrancho. Sin embargo, no.
Contrariamente, el atiborramiento de imágenes, textos, sonidos, luces y efectos, utilería, personas haciendo cosas en escena, danzas en unísonos y cánones, danzas en diferentes niveles y planos, vestuarios glamorosos, canciones, desnudos, emociones; la sobrecarga de estímulos funciona de tal modo que el hecho de estar en presencia de un grupo de bailarines mayores de 60 años, no es más que uno de los tantos increíbles detalles de la obra. Y hay más. Siempre hay más, hasta el final.
Abramos un poco el comentario. No redundamos si aclaramos que la mayoría de los bailarines -maestros, coreógrafos, muchos en plena actividad, son viejos. Pero, qué energía y precisión, qué calidad en los movimientos, qué diversidad en las dinámicas. La irrupción de una bailarina joven no hace más que poner en evidencia que la juventud es un color en el movimiento, pero no el único. Y que un cuerpo vivo, en un sentido fisiológico, es factible de entrenar y mover a piacere. La danza es de quien la baila. Más allá de la forma.
Y además está la temática: la vejez, la nostalgia, la vigencia, y el deseo. Y el humor, que atraviesa impertinente las escenas, mostrando la cara oculta de la sociedad contemporánea, la del miedo a la desaparición de la juventud y, con ella, de todo lo amado.
Circunduce... emociona, conmociona, pero también intima, agrede; también señala y enseña. Debería ser obligación cívico-social ir a verla. Incluso, ningún joven artista debería perdérsela. 

Publicado en: Críticas

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