Miércoles, 07 de Enero de 2015
Jueves, 23 de Noviembre de 2000

Las especulaciones engañan

Por Miguel Forza de Paul | Espectáculo Fractal
A grandes rasgos, hay por lo menos dos grupos de gente que se dedica al teatro: los que lo hacen solamente para mostrarse, y los que lo hacen porque creen que el teatro es una disciplina de conocimiento. En Fractal coinciden estas dos formas de tratar al hecho teatral. Rafael Spregelburd firma y no firma esta experiencia. Figura en el programa como coordinador de dramaturgia y dirección, y en la hoja del Centro Cultural Ricardo Rojas (donde se realizan las representaciones) figura bien claro, y por debajo del título de la obra, el nombre de Spregelburd como el responsable de la dirección. Sin lugar a dudas el nombre del dramaturgo, y director, ya es (dentro del circuito teatral independiente de Buenos Aires) una marca registrada que brinda al espectador cierta garantía de calidad. Pero, como sabemos, las cosas nunca son tan sencillas. El espectáculo esta construido por diferentes cuadros cuyo hilo conductor es una historia que no llega a desarrollarse ( a pesar de sus casi dos horas y medias de duración): una mujer envía un vídeo a Paraguay, y este vídeo cae en un lugar equivocado. Supuestamente, lo importante es el despliegue de situaciones y personajes, más o menos entrelazado, que se presentan entre estas dos situaciones básicas. Los cuadros poseen una construcción dramatúrgica con altibajos que atenta contra la totalidad. Algunos personajes carecen de un desarrollo dramático, y otros, lo que es peor, no tienen justificación narrativa. La propuesta descansa sobre el desempeño actoral que, al igual que la construcción dramática, es muy desparejo. Dentro del numerosísimo elenco (10 actrices y 4 actores), se destacan los trabajos de Viviana Vázquez, con su caricatura de Maricarmen, mujer de barrio presa de una visión de la vida entre trágica, negativa y realista; Elisa Carricajo con su construcción de la atormentada María Fernanda y la supuesta tenista lesbiana corruptora de menores; Valeria Correa, cuya Jimena logra los matices más sutiles e interesantes de la obra; y Matías Feldman que, ante el resto de sus compañeros varones, la corrección le alcanza para sobresalir. La puesta abusa de los cambios escenográficos entre cuadro y cuadro, recreando tiempos muertos que terminan por agotar al espectador. La escenografía de Verónica Lavenia apela a cierta concepción de impacto visual que no aportan demasiado a la construcción del relato, ni al desarrollo dramático de los personajes. Los demás rubros técnicos, iluminación y vestuario, (que paradójicamente no poseen responsables en el programa de mano) acompañan y ayudan al desempeño actoral. En definitiva, Fractal es un espectáculo con demasiadas pretensiones. Pretende revivir algo de la magia del teatro underground de los ‘80, y recurre a un humor de carcajada fácil; pretende ser una especulación científica, y es una estudiantina; pretende brindar una mirada totalizadora sobre el mundo, y apenas se revela a un equipo deseoso de que lo miren. Spregelburd aporta algunos de sus fantasmas creativos y algo de su oficio, lo cuál (por supuesto) no alcanza.
Publicado en: Críticas

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