Lunes, 05 de Enero de 2015
Lunes, 23 de Noviembre de 2009

Los cuerpos borrados

Por Mónica Berman | Espectáculo Sin Nombre

"Entonces, cuando me siento observado por el objetivo, todo cambia: me constituyo en el acto de ‘posar', me fabrico instantáneamente otro cuerpo, me transformo por adelantado en imagen". Roland Barthes, La cámara lúcida.

Y aunque esta voz de Barthes está, no se inicia el recorrido con una reflexión sobre lo fotográfico. Quizás el cuerpo observado sea otro, lo que no será de modo alguno es imagen. Pero -es necesario ordenar- porque son múltiples las cuestiones que se ponen en juego en Sin nombre.
Bajamos una escalera. No hay asientos. Una "cortina" de plástico divide un espacio al que no tenemos acceso. Alguien nos guía. Los caminos sinuosos es mejor hacerlos en compañía.
Un hombre y una mujer están sentados. Espectadores se enfrentan a una pantalla falsa. El material impide la nitidez, las imágenes se vislumbran y se borran, el sonido juega la misma partida. Ven, pero no del todo, escuchan, pero sólo se perciben ciertos fragmentos.
¿Están poniendo de manifiesto el procedimiento al que seremos sometidos, nosotros en tanto espectadores? Tal vez, pero no de modo tan directo.
Luego la guía y los supuestos espectadores se ocultan del otro lado del plástico. Material traslúcido nos permite observar relativamente lo que pasa. Pero también nos protege. Sabemos que están ante una mesa, que manipulan líquido y vasos y que una lámpara nos acerca y nos aleja de lo que sucede más allá de ese límite que nos impusieron. Pero la frontera material impide la violencia y la salpicadura. Estamos tranquilos. No vemos bien, pero estamos seguros.
Poco tiempo pasa. Arrancarán el plástico y nos invitarán a pasar del otro lado. Nos detenemos sobre los restos de la escena, el líquido que no nos mojó ahora yace debajo de nuestros pies.
La escena se acumula, el pasado queda allí, no se borra. Permanecen los objetos y las manchas. Son testigos de un suceso.
Lentamente arman un relato, ambiguo pero con rastros de pérdidas, de desconocimiento de identidades, de borramientos de nombres y de historias. La foto sin epígrafe, sin saber lateral, sin dato. Qué dice una foto de alguien que no sabemos quién es. Claro que no son exactamente fotos. Veremos literalmente el modo de borrar, de hacer desaparecer una imagen, de quitar de una superficie la prueba de existencia. Y veremos también, las mezclas de las identidades, el olvido de lo impreso.
Sobre las superficies visiblemente borradas se proyectarán los rostros, los agujeros en la historia. Son algunos en particular pero el relato le cabe a cualquiera, a los camboyanos, a nuestros desaparecidos, a las mujeres de Juárez...
Entonces el procedimiento del principio se resignifica. ¿Qué es lo que vemos de lo que vemos? ¿Qué escuchamos de lo que escuchamos? De qué manera procesamos el horror.
Y de qué manera procesamos los relatos. Porque el final recurre a la autorreferencia.
De pronto, nos damos cuenta de que nos dejaron solos, de que nadie nos guía. Como diría César Vallejo, "dejándonos en casa los pequeños, como si también nosotros no pudiésemos partir".

Publicado en: Críticas

Comentarios





e-planning ad