Martes, 02 de Junio de 2015
Viernes, 19 de Junio de 2009

La muerte se estrella contra Luisa

Luisa no es pequeña pero lo parece. Frágil, sobre todo, a punto de quebrarse.
Acaba de perder al marido (Perder, no. Eso podría ser un acto de distracción o de olvido. Será mejor decir que se mató en un accidente de moto) y ella misma está desencontrada de sí.

Luisa ocupa su tiempo en las cosas más nimias, ir a Coto, escuchar la radio, quejarse del vecino. Pero cada uno de sus actos se inscribe en el intento de subrayar el olvido, la memoria, la confusión. Ella dice que él ha muerto pero lo ve (y con ella también nosotros lo vemos).
¿Cómo puede estar muerto y permanecer en escena, ser visible, audible, estar presente? ¿Quién hace que el polvo Odex (sí, el producto de limpieza) se convierta en un ser animado, razonable, que aconseja no ir al supermercado por tercera vez en el mismo día?
Es la mirada de Luisa la que construye el relato, su perspectiva es la que prima, definitivamente. Por eso se hacen presentes el muerto, el Odex, las citas reiteradas, el paseo por Coto.
Por otra parte, la puesta presenta un universo de una homogeneidad impecable. Si Luisa es frágil, ¿cómo será su casa? Tan endeble como ella. Su casa es de cartón. Claro que dicho así... En el principio la casa apenas se adivina, a oscuras no llega ni a completarse como silueta (la luz está posada en un hombre que, al fondo del escenario, toca la guitarra, rodeado de cajas de cartón pulcramente desordenadas). Cuando la escena se ilumina, la casa (ya percibimos su forma) avanza, sí, se mueve hacia adelante, hasta que encuentra su lugar. Allí se detiene. Y podemos observarla, se reacomoda y se amplía. Entonces comprendemos cómo está construida (maravillosamente construida). La casa es una serie de cajas de mercadería (esas que podríamos encontrar en cualquier supermercado) articuladas de tal modo, que permiten la movilidad, la aparición de ventanas. Incluso de un horno. Es decir, es una vivienda compleja, pero de cartón, fácilmente combustible, inútil para la intemperie y de una duración necesariamente breve, de acuerdo con su materialidad (Justamente el trabajo de construcción es el que evita la lectura "pobreza" en vínculo con el material, que sino se presentaría prácticamente de modo automático). Sucede que el árbol también es de cartón y lo es la casa del vecino. El universo es así, precario. Porque es Luisa quien lo mira, ella que está en una instancia en el que las cosas (como las personas) son necesariamente perecederas, están a un paso de romperse, de mojarse, de descomponerse, de perder su forma.
La historia que se cuenta es muy simple. Una historia se juega con la reiteración de las palabras y las frases, como si no hubiera demasiado para decir. Y lo que efectivamente se dice, proviene de ciertas recurrencias obsesivas.
Al fin y al cabo, Luisa se estrella contra la muerte, contra la muerte sorpresiva e inesperada y está intentando sobrevivir al dolor.

Publicado en: Críticas

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