"La verdadera imagen del pretérito pasa fugazmente." Walter Benjamin.
Benjamin sostiene que sólo es posible aferrar el pasado en el momento en el que la imagen del pasado "relampaguea", en ese instante preciso en el que es pasible de ser conocido. Uno podría sostener que La doble muerte del señor Miguelets, tematiza, lúdicamente, este presupuesto.
Como es regla casi general en los policiales, el hecho ya tuvo lugar. Por lo tanto la historia a contar será la de la reconstrucción.
En primer lugar esta reseña se referirá al planteo, por llamarlo de algún modo, formal y luego a la instancia temática.
En un principio y con ayuda de una semipenumbra, el espacio de la representación busca ser ocultado. En los extremos de la sala dos enmascarados, ligeramente visibles, ejecutan música.
La iluminación será uno de los factores centrales para que la historia se desenvuelva con fluidez; aquí, iluminar una zona y encubrir otra es, claramente, mostrar una perspectiva, y ocultar las demás que, a su vez, luego serán develadas. La luz no sólo indica hacia dónde hay que dirigir la mirada, sino que subraya la desaparición de lo ya visto. La decisión, evidentemente cinematográfica, deviene en cámara que enfoca un espacio para convertir al resto en fuera de campo (no entendido en términos estrictamente técnicos).
Otra decisión es la construcción de los primeros planos. No hay cámara que acerque objetos, entonces, una serie de personajes, que cumplen múltiples funciones, se aproximan a los espectadores para que éstos observen lo que naturalmente no deberían alcanzar a ver en el teatro.
La utilización de la música también es cinematográfica, vinculada al género y anticipa acciones ya convencionalizadas, pero en este caso la música es en vivo. Y eso modifica absolutamente la percepción.
Para la construcción de la extraescena, se recurre al uso de proyecciones. Una pantalla nos sorprende con fotos que construyen biografías o con fotos de forenses.
El trabajo con los procedimientos es impecable.
Pero hay mucho más que procedimientos. También hay ¿una historia?
Y es aquí donde la frase de Benjamin resuena: ¿en dónde está esa imagen de un acontecimiento del pasado que se intenta reconstruir? ¿Qué posibilidad de reconstrucción de ese pasado existe?
Desde el principio un narrador-interrogador sostiene que lo que hay son versiones y que lo único que se puede hacer es seguir esas versiones hasta el final. Las hipótesis, de más está decirlo, se contradicen, se superponen y cuando todos los indicios nos llevan a sospechar de alguien, se plantea de manera contundente que ese alguien no pudo haber sido.
Por otro lado, y esto es central, toda investigación se produce luego del acontecimiento, no antes. ¿En qué instancia tuvieron lugar, entonces, ciertos interrogatorios? En realidad, todos los interrogatorios menos uno.
En otro orden, ¿cómo es posible morir dos veces?
Es decir, es algo más que versiones diferentes del mismo acontecimiento. Es la evidencia de la imposibilidad de la reconstrucción del mismo.
Las imágenes "relampaguean" como si fueran a hacerse pasibles de ser aprehendidas, pero una imagen se superpone a otra y lo que parecía explicado, muta en imposible de entender.
Compleja, entretenida, profundamente racional, un desafío para los actores y los espectadores. Así es esta propuesta imperdible de Milagros Ferreyra.